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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Levantando bien el pailo, pensando tenerla debajo y darle tal garrotazo que la matase, con toda su fuerza me descargó en la cabeza un tan gran golpe, que sin ningún sentido y muy mal descalabrado me dejó. Como sintió que me había dado, según yo debía hacer gran sentimiento con el fiero golpe, contaba él que se había llegado a mí y, dándome grandes voces llamándome, procuró recordarme.
Y aunque yo me hubiera dado cuenta de su amor, ¿habría podido hacerla feliz? ¡Sólo a ella podía confiar mi pasión por la otra!... Alejandra trató de curarme llamándome al deber de servir la causa: quise escucharla, pero en vano. La idea de reconquistar el amor que antes desdeñara, embargaba y dirigía mi vida entera.
Se representan en el patio ó en la calle del presidente de cada consejo, á quien corresponde. El Rey asiste también, y los billetes se reparten la víspera entre los espectadores distinguidos. Fuimos, pues, convidados, llamándome la atención que se encendiesen innumerables antorchas, cuando el sol caía á plomo sobre los comediantes y derretía las bujías como si fuesen de manteca.
Al contrario, hijo. Yo no tengo ojos nada más que para mirarte a ti. Y desde que tú me gustas he perdido el gusto de todas las demás. Ella, insistía con calor, llamándome embustero, gitano, comediante. Al fin, una noche, más por complacerla que por otra cosa, le dije: Pues, si he de serte sincero, la que allí me parece mejor es tu prima Isabel. ¡Dios eterno, qué hice!
La voz dulce de tu madre, hablándote en espíritu, te confortará, te ligará con lazos de piedad y amor a esta santa casa. Es el canto de los niños jugando al corro. Entre esas voces tiernas suena la de mi madre llamándome a su sepulcro. PANTOJA. Estás alucinada. Es el coro de ángeles divinos.
Os reiréis de mí, y creeréis hacerme mucho favor llamándome solamente loco. Yo escribo para los que sufren; para los que lloran. Los que no veis la vida sino al través del escepticismo, no podéis comprenderme. ¡Callad! porque si estoy loco, mi libro es una verdad. La verdad de la locura. ¿Estáis vosotros seguros de que tenéis razón? ¡Ah! ¡ah! ¡ah!
D. Alonso y su esposa corrieron a auxiliarla, ocultando su pesar en el fondo del alma. Doña Flora se entristeció, y llamándome aparte para cerciorarse de que mi persona volvía completa, me dijo: «¿Con que ha muerto ese caballerito? Ya me lo figuraba yo, y así se lo he dicho a Paca; pero ella, reza que te reza, ha creído que lo podía salvar.
Hasta tal punto es así, que por ningún hombre de este mundo te cambiaría si hubiese de quedar en él, y me juzgaría muy dichosa llamándome tu esposa, si no me juzgase mucho más siéndolo de Cristo. La preferencia que establezco no puede ofender ni aun disgustar a un joven tan bueno y tan piadoso como tú.
Por el extraño afecto que me has cobrado me requiebras y crees linsojearme comparándome a la Sulamita y llamándome suave y graciosa como Jerusalén. Ya verás tú que también soy terrible como un escuadrón de Caballería que carga a galope sobre el enemigo. Juanita, cerca de doña Inés, la fascinaba mirándola con ojos felinos, cuya luz roja parecía mezcla de fuego y de sangre.
Llevaba toda la pretina llena de papeles como memoriales, y desabotonados seis botones de la ropilla, y asomados unos papeles. Llegué, y ya estaban allá las dichas y los caballeros y todo. Recibiéronme ellas con mucho amor y ellos llamándome de vos, en señal de familiaridad. Había dicho que me llamaba don Filipe Tristán, y en todo el día había otra cosa sino don Filipe acá y don Filipe allá.
Palabra del Dia
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