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Doña Rebeca, furibunda, le puso los puños junto a la cara, gritándole: eres la santa..., ¿eh?...; la santa, ¿y me insultas llamándome loca? La infeliz, rompiendo a llorar, gimió: ¿Yo?... , , la santita, el agua mansa, que parece que nunca has roto un plato.... Y se dió a hacer gestos por la casa adelante, con las manos en la cabeza y la voz retumbante rodando por los pasillos.

Aunque me insultes llamándome tío marrano, me permitirás que al menos por tu linda cara te perdone el insulto. También me mueve tu linda cara, y no las mezquinas reflexiones que has hecho por , a prestarte los ocho mil reales si me prometes que tu madre ha de conformarse con el contrato.

Dióme cuatro capirotazos, llamándome bruto y asturiano; se almorzó el chocolate, quebró el vaso, tronchó dos sillas y se despidió, prometiéndome siempre volver después para diablear un poco. ¡Oh, Híala; oh, hurí mía!...

La muerte de aquel hombre divulgada en seguida por la ciudad; la policía echándome mano, la consternación de mi yerno, los desmayos de mi hija, los gritos de mi nietecita; luego la cárcel, el proceso arrastrándose perezosamente al través de los meses y acaso de los años; la dificultad de probar que había sido en defensa propia; la acusación del fiscal llamándome asesino, como siempre acaece en estos casos; la defensa de mi abogado alegando mis honrados antecedentes; luego la sentencia de la Sala absolviéndome quizá... quizá condenándome á presidio.

»Entonces se despeja su frente y contesta al punto: » Si, : es precisa esa partida. »Hoy mismo lo repetía, aun sabiendo que debo marchar mañana. »Sin embargo, he observado que a su padre le inquieta la proximidad del momento de mi marcha. »Esta tarde, al separarme de Magdalena, me ha seguido y, llamándome aparte, me ha dicho: » Amaury, mañana partes.

Mi madre no se explica cómo puedo permanecer aquí tanto tiempo. Había venido por quince días. Me escribe carta tras carta, llamándome. Yo debía haber ido a buscarla a Carlsbad y pasar en seguida a cazar en el castillo de unos antiguos amigos. Ha partido sola de Carlsbad; ahora está instalada en la finca de nuestros amigos, y es necesario que yo me decida a reunirme con ella.

Al principio, ella los rechazaba con rubor, pero después los guardaba en su gaveta, llamándome cariñosamente su ángel tutelar. Un día en que yo andando sigilosamente sobre la espesa alfombra siria, entré en su tocador, ella estaba escribiendo, muy pensativa, con un dedo en el aire. Al verme, pálida y trémula, escondió el papel que ostentaba en tinta roja su monograma.

Después de reírse de , llamándome bobo y mentecato, me dijo que no pensara en volver a ver a Inés, porque la había entregado a sus padres. «¿Pues acaso Inés tiene padres?», le dije.

Cierto banquero al mandarle el importe de una cuenta que le pareció excesiva le escribió diciéndole, poco más o menos: «le remito a usted lo que me pide y siento no poder seguir llamándome amigo de quien me trata con tan poca consideraciónDije a Pepe que esto me parecía humillante y repuso: «lo que hace falta es que pague.» «Mejor sería repliqué que cobrases algo menos y conservaras la amistad de un hombre que podría regatearte de mal modo lo que te daMe miró de alto a bajo y contestó: «el mejor amigo... un duroSufrí un desencanto y callé por espíritu de sumisión; pero se me hizo dura la conformidad.

Los otros señores asaz de Castilla, Llorando mui fuerte se llamen cuitados, Vasallos, hidalgos, obispos, letrados, Doctores, alcaldes con pura mancilla: Aquestos con otros, llamándome sylla E guayen donseles sus lindos criados; Pues quedan amargos de lloros bastados, Con mucha tristura irá esta quadrilla.