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Actualizado: 18 de julio de 2025
Pero Adriana miró a su amiga con cierta dulzura indiferente, de soslayo, y le prometió que en adelante sería más buena con Muñoz. Charito González no era linda ni fea; sus ojos claros, más expresivos hubieran sido hermosos y muy elegante su silueta de ser ella más alta. En su modo y en su trato había esa ambigüedad y esa ausencia de carácter definido que parecían el fondo mismo de su persona.
En esto ha de demostrar su habilidad, su fino tacto, sus recursos de dama de mundo. El fracaso de una señorita en un baile recae siempre sobre la dama que ofrece la fiesta. A este respecto contaré un triste episodio ocurrido no hace muchos años a una amiga mía, perteneciente a una de nuestras primeras familias. Mi amiga era linda, inteligente, discreta.
El ángel voló sonriendo hacia la enferma, ella abrió los brazos para recibirlo y el movimiento que hizo la despertó. Al abrir los ojos, vio entrar a la vieja condesa con traje de viaje y al joven Gómez trotando a su lado. El niño sonrió instintivamente a aquella linda muñeca blanca con cabellos de oro, e hizo ademán de querer trepar a la cama. Germana intentó ayudarle, pero no era bastante fuerte.
No podía pensar en que iba a dejar de verla para siempre sin sentir un frío particular hacia la región izquierda del pecho... ¡Pobre Rosa, tan sencilla, tan buena! ¡dejarla en poder de aquellos bárbaros! La conversación de su tío le cansaba; la de los paisanos más; Celesto le hacía recalar siempre a la taberna. Luego, ¡Rosa era tan linda! ¡tenía tantísima gracia!
Invítale a grandes y magníficas cacerías, condúcele en rauda balandra por el mar azul y tranquilo para que pesque plateados y sabrosos peces. Mas el mandarín medita, cuando echa los anzuelos al agua, que es mil veces preferible pescar a la linda consorte de su huésped.
Cuanto á Tristán de Horla, se casó con una linda muchacha de Dunán y allí se estableció definitivamente, gozando del prestigio que le daban sus proezas y los cinco mil ducados tan briosamente ganados allá en tierra de España.
En efecto, es una muchacha muy linda y graciosa... pero yo nunca la he hablado más que como un buen amigo... lo mismo que a su hermana Ángela... ¡Qué raticos tan agradables habrá pasado cerca de ella después que la ha puesto mansita! ¿Pero no le digo a usted, hombre de Dios, que no tengo con Rosa más relaciones que las de pura amistad? dijo Andrés bastante picado.
Mi hermano el arcediano, que es partidario del príncipe Fernando, dice que ese señor Godoy es un alma de cántaro, y que no ha estudiado latín ni teología, pues todo su saber se reduce a tocar la y a conocer los veintidós modos de bailar la gavota. Parece que por su linda cara le han hecho, primer ministro.
¡Hermosa, sí, hermosa, majadero! exclamó furioso el señor de las Cuevas. ¿Serás capaz de poner tachas a un ángel? No riñamos por eso. Sí reñiremos... No quiero que vuelvas a hablarme de Cecilia de ese modo... ¡Vaya, vaya! Bien; pues confieso que Cecilia es una chica muy linda... pero... ¿Pero qué? Pero yo no puedo quererla... porque ya quiero a otra.
Allá, cerca de San Isidro, yo tenía una novia; se llamaba Luciana, una linda muchacha de dieciocho años, que cantaba con una gracia exquisita las canciones de nuestro tiempo. Yo era pobre y muy joven: la casaron con un viejo rico. ¡Ah, no te rías, así le ha pasado a Blanca conmigo, cualquiera diría que yo he querido vengarme de las mujeres! Pero ¡qué épocas aquellas!
Palabra del Dia
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