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Actualizado: 18 de julio de 2025
No le guardaba rencor porque le hubiese quitado la tela de los versos. Restregaba la cabeza y el cuello contra la vestidura de la linda dama, y parecía gustar de que ella le pasase la mano por el largo cuello y por las alas, y le alisase las plumas. Estas mudas conferencias, que tenían lugar dos o tres veces cada semana, duraban poco y no se puede decir que fuesen muy amenas.
Alcé los ojos al cielo, y absorto en el espectáculo de la noche, me pareció ver pasar a Valentina como una visión por el éter, huyendo de mí como huían aquellas nubes. ¡Nunca la había visto tan linda! Sentía en mi mano el calor de la suya y en mi oído sonaba todavía el acento misterioso de su palabra.
Algunas singulares alegorías explican después esto con toda claridad. Más acabada es la Comedia del Viudo, linda miniatura, en la cual figura la invención, después muy manoseada, de un príncipe que por amor se disfraza con vestidos humildes, y entra á servir á los padres de su amada.
En una palabra; don Braulio lo hizo tan perfectamente que no despertó en el ánimo de doña Beatriz ni de su linda hermanita la menor sospecha de que su inesperada y súbita determinación pudiese tener por causa un pesar acerbo, ni por móvil y propósito nada de siniestro ni de trágico.
Luego echaba a correr, riendo y hablando en una jerga que quería ser muy culta y ciudadana; y se iba a preparar a la niña Ana, lo cual hacía muy bien, unos tamales de dulce de coco y un chocolatillo claro, que era lo que con más gusto tomaba, por lo limpio y lo nuevo, nuestra linda enferma.
Cierto día le asaltó una idea horrible; se dijo con terror: ¡Ama a otra! Pero, en ese caso, ¿por qué toma una amante en la Opera? ¿Como capricho... como objeto de moda... como un juguete que ha comprado sin necesitarlo ni conocerlo?... Pero entonces, ¿por qué? Contemplose después en el espejo, ¡y se vio tan joven, tan fresca, tan linda!... Quedó abismada en sus reflexiones.
Animado, y con la cálida sangre despierta, consideraba a las primitas una por una, calculando a cuál arrojaría el pañuelo. La menor no hay duda que era muy linda, blanca con cabos negros, alta y esbelta, pero la mal disimulada pasión de ánimo, las cárdenas ojeras, amenguaban su atractivo para don Pedro, que no estaba por romanticismos.
Linda con Daraga, Guinobatan y Quipia, distando del primero 2,50 km., del segundo 3,75 y del tercero 9,50.
Una de ellas era Linda; se acercó al sepulcro de Zalacaín y dejó sobre él una rosa negra; la otra era la señorita de Briones, y puso una rosa roja. Catalina, que iba todos los días al cementerio, vió las dos rosas en la lápida de su marido y las respetó y depositó junto a ellas una rosa blanca. Y las tres rosas duraron mucho tiempo lozanas sobre la tumba de Zalacaín.
Palabra del Dia
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