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¿Y quién tenía valor para trabajar en medio de la bulliciosa carnavalada? Algunas operarias hubo que al principio se encarnizaron en la labor, bajando la cabeza por no ver las máscaras; pero a eso de las tres de la tarde, cuando la inocente saturnal llegaba a su apogeo, las manos cruzadas descansaban sobre la tabla de liar, y los ojos no sabían apartarse de los corros de baile y canto.

La suerte de ellas era que lo tomaban a broma. «Jacinta, ponme un pañuelo de seda en la garganta... Chica, no aprietes tanto que me ahogas... Quita, quita, no sabes. Mamá, ponme el pañuelo... No, quitádmelo; ninguna de las dos sabe liar un pañuelo. ¡Pero qué gente más inútil!». Pasa un ratito. «Mamá, ¿ha venido La Correspondencia?». No, hijo. No te desabrigues. Mete estos brazos.

Puede ser que el Señor le reserve aquí en la tierra algo de lo que, por no tener otra palabra, llamamos felicidades; usted será esposa de algún hombre honrado, madre de familia, dignísima abuela...». Acababa de liar un cigarrillo, y con mucha finura dijo así: «¿Le molesta a usted el humo del tabaco? ¡Oh! no, señor; no, señor.

Duque en lo que toca al Reyno de Nápoles y en presencia de Juan Pérez escribano de Su Majestad y público de Sevilla y de los testigos y uso escritos: Baltasar de Torres hizo muestra al dho. prior de «vn cofre redondo de vara y media de largo poco mas o menos con vna cubierta de baqueta, cerrado con su llaue y dixo que dentro en el dho. cofre que alli estaba presente traia y estava el cuerpo del dicho excelentísimo señor duque de alcala y que se le avia dado y entregado metido en el dho. cofre el muy reuerendo padre fray miguel ¿Rani? guardian del monasterio de la cruz que diz que es de la orden de san francisco de la hoçervancia en la dha ciudad de napoles para que lo truxesse a esta ciudad de Sevilla y lo entregase al dho. padre prior de las cuevas como tal albacea del dho. señor duque en cumplimiento de lo quel dexo dispuesto y hordenado por su testamento y que el en cumplimiento dello queria entregar el dho. cofre al dho. padre prior y luego fue abierto el dho. cofre y desliado y estava vn cuerpo que alli dixeron que hera del dho. señor duque de alcala y el dho baltasar de torres y diego melgarejo que ansi se dixo por su nombre caballerizo que dixo aver sido del dho. señor duque y francisco gonzalez clerigo presbitero capellan que dixo auer sido de su excelencia todos tres y cada vno de los sobre dhos. juraron a dios y a la cruz en forma del derecho quel dho. cuerpo de que allí hizo muestra el dho. baltasar de torres es el mismo cuerpo de su excelencia del dho. señor duque de alcala y alli lo mostraron y boluieron a liar como venia y lo metieron en el dicho cofre y se cerro y le dio y entrego el dicho baltasar de torres la llave del dicho cofre al dicho padre prior el qual se dio por entregado del dho. cofre y de la dha. llaveSiguen las diligencias de traslación del cadáver y de su depósito en una bóveda, enterramiento del linaje de Rivera .

Algunos de éstos, los más próximos a la puerta, se salieron; las mujeres se sentaron; en la sacristía, el escribano también se sentó en un banco, sacó el bote de plata con tabaco y se puso a liar un cigarro: no tardaron en acompañarle algunos otros. Andrés, el maestro y D. Jaime permanecieron en la puerta. «Tengo que deciros una cosa comenzó el cura en el tono más cavernoso que pudo adoptar.

Sonriose la maestra y le dejó liar un puro, lo cual ejecutó con bastante soltura; pero al presentarlo acabado, la maestra lo tomó y oprimió entre el pulgar y el índice, desfigurándose el cigarro al punto. Lo que es saber, como lo material de saber, sabrás... dijo alzando las cejas . Pero si no despabilas más los dedos... y si no le das más hechurita.... Que así, parece un espanta-pájaros.

Después de una larga contemplación, les volvió la espalda con sumo desdén y se puso a liar un cigarrillo. En seguida echó a correr a la estación, sin acordarse de que no había comido en muchas horas ni de que sentía en el estómago el agudo malestar del hambre.

Y si a la hora del te, en que pasan los negros con las bandejas repletas de tazas, venía el jefe, como de costumbre, a liar un cigarro y echar un párrafo, le daría cualquier excusa, porque él era hombre tan estricto en el cumplimiento de sus deberes, que consideraba falta grave haberle dicho que iría y no haber ido.

Cuando los rayos del sol esparcieron por la superficie del arroyo sus primeros reflejos, me pareció que el agua había disminuido lo suficiente para franquear el arroyo y continuar mi marcha después de liar mis ropas en una especie de turbante que rodeaba mi cabeza; me aventuré á franquear la corriente y, no sin peligro, conseguí llegar á la orilla opuesta.