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Actualizado: 13 de junio de 2025
Cuando el duque de Lerma se ha expuesto á enojar á su tío, dando al confesor del rey la dignidad de inquisidor general, le importará mucho tener de su parte al padre Aliaga. Es indudable... indudable; el duque se ha puesto del lado de la reina. ¿Pero cuándo han nombrado inquisidor general al padre Aliaga?
Su venida no saben, y está junto Con su gente haciendo grande estrago. De amigos, y favor está disjunto El Abrego en aqueste fuerte trago, Y el Lerma pretendía así cojerle Porque intencion traía de prenderle. En el Perú la fama habia volado, Con falsa presumpcion, ó verdadera, Que aqueste Abrego estaba medio alzado; Por tanto viene Lerma á la ligera.
No importa, no importa; no luchamos sólo contra don Rodrigo Calderón. Os engañáis; el alma de Lerma es Calderón. Puesto Calderón fuera de combate, cae Lerma. Pero quedan Olivares, Uceda, y todos los demás que se agitan en palacio, que se muerden por lo bajo, y que delante de todo el mundo se dan las manos.
¡Ah! ¿pero quién créeis que soy yo? No me atrevo á decíroslo. Hablad, hablad sin temor, señora. ¿Me dais vuestra noble palabra de no enojaros? Os la doy. Pues bien dijo doña Ana arrodillándose de repente á los pies del duque de Lerma ; yo soy vuestra, señor, en cuerpo y en alma.., porque hace mucho tiempo que, loca, fuera de mí, amo á vuestra majestad.
Por esta razón, Montiño, que tenía suficiente causa para estar entristecido con la muerte próxima ó acaso consumada de su hermano, y con la venida de un sobrino putático que se le entraba por las puertas, sin dinero y sin camisas, acabó de ennegrecerse al ver que el señor Gabriel Cornejo se arrojaba á buscarle nada menos que en casa del duque de Lerma, y en medio de una legión de pajes y lacayos, gentes que á todo el mundo conocen, y que hablan mal de todo el mundo.
Muy quieto me estaba yo en mi convento de Zaragoza, sin salir de él sino para mi cátedra en la Universidad, cuando el duque de Lerma me sacó de mi celda para traerme á la corte; muy alejado de toda codicia, cuando me hicieron provincial de la Tierra Santa y visitador de mi Orden en Portugal, y muy ajeno de que más adelante me nombrasen archimandrita del reino de Sicilia.
Pero delante del duque de Lerma, el más hinchado de los hombres hinchados, don Rodrigo se apeaba de su soberbia para transformarse en un ser humilde, casi vulgar, en un criado, en un instrumento. Pero esto sólo en la apariencia. Lo que demuestra que era superior al duque, puesto que le comprendía, y comprendiéndole usaba de él, humillándose.
En esas cartas no veo lo que tal vez podrían haber visto otros: una prueba contra la virtud de vuestra majestad; no, yo no veo eso; conozco demasiado á vuestra majestad para que pueda dudar ni un solo momento de su virtud. Veo una conspiración. ¡Ah! ¡ves una conspiración! Sí, por cierto, y una conspiración justa, y más que justa necesaria contra el duque de Lerma.
Un mandato expreso de la reina, la obligaba á presentarse como madrina en el cuarto de una joven dama de honor, á quien, como sabemos, tenía ojeriza, á quien llamaba intriganta y enemiga del duque de Lerma. Pero lo mandaba su majestad y era necesario obedecer.
Y se fué á la mesa, se sentó y escribió lentamente una carta que cerró y selló, con el sello del uso privado del inquisidor general, sobre una especie de lacre verde. Tomad dijo : llevad esta carta á la madre Misericordia y os dará otra, que llevaréis al duque de Lerma. ¡Ah!
Palabra del Dia
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