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Actualizado: 18 de junio de 2025
LEONOR. Por él, don Nuño, es verdad; por él con loca impiedad el altar he profanado. ¡Y yo, insensata, le he amado con tan ciega liviandad! NU
Hablé con la tal Leonor, Como si fuera en mi empleo, Estando en larga oración La retórica lacaya, Y ella, á manera de maya, 435 Serena toda facción. Díjela que me tenía Sin alma Leonor la bella; Que hacía un mes que la huella De sus chinelas seguía; 440 Y que bailando en el río De la castañeta al son, Me entró por el corazón Y por toda el alma el brío.
La verdad, Leonor: tú no tienes mucho pelo; pero yo te quiero así, sin pelo, Leonor: tus ojos son los que quiero yo, porque con los ojos me dices que me quieres: te quiero mucho, porque no te quieren: ¡a ver! ¡sentada aquí en mis rodillas, que te quiero peinar!: las niñas buenas se peinan en cuanto se levantan: ¡a ver, los zapatos, que ese lazo no está bien hecho!: y los dientes: déjame ver los dientes: las uñas: ¡Leonor, esas uñas no están limpias!
Inmediaciones de Zaragoza; a la izquierda vista de uno de los muros del palacio de la Aljafería, con una ventana cerrada con una fuerte reja. LEONOR y RUIZ RUIZ. Ya estamos en Zaragoza y es bien entrada la noche; nadie conoceros puede. LEONOR. Ruiz di, ¿No es ésta la torre de la Aljafería? RUIZ. Sí. LEONOR. ¿Están aquí las prisiones? RUIZ. Ahí se suelen custodiar los que a su rey son traidores.
Ya puedo espirar. MANRIQUE y LEONOR MANRIQUE. Te encuentro al fin, Leonor. LEONOR. Huye; ¿qué has hecho? MANRIQUE. Vengo a salvarte, a quebrantar osado los grillos que te oprimen, a estrecharte en mi seno, de amor enajenado. ¿Es verdad, Leonor? Dime si es cierto que te estrecho en mis brazos, que respiras para colmar hermosa mi esperanza, y que extasiada de placer me miras. LEONOR. ¡Manrique!
Por este motivo encarga D. Pedro á su favorito Don Juan, que averigüe el paradero de la Infanta, y la traiga á sus manos. El favorito se apresura á ejecutar sus órdenes: llega á descubrir el domicilio de Leonor; pero lo encadenan de tal suerte los encantos y amabilidad de la desdichada dama, que, en vez de prenderla, la ayuda á huir, anunciando después al Rey que no ha logrado apresarla.
GUZMÁN. Pero todo ello no es nada, nada; travesuras de la juventud. ¿No sabéis que está perdidamente enamorado de doña Leonor de Sesé? GUZMÁN. La hermana de don Guillén, de ese hidalgo orgulloso... FERRANDO. La más hermosa dama del servicio de la reina. GUZMÁN. Seguro.
Inmediatamente busca á Doña Leonor; la cuenta con indiferencia el triste suceso, como si no pudiera interesar en lo más mínimo á la desdichada, y, al terminar su narración, le hunde un puñal en el pecho. Después incendia su casa; y, cuando el cadáver de su esposa es devorado completamente por las llamas, refiere á sus amigos que no ha podido salvarla del incendio, á pesar de todos sus esfuerzos.
Leonor Cortés, Doncella, hija de Agustín Cortés, mayor, difunto, mercante de oficio y de Mariana Moyá, su mujer, natural y vecina de esta Ciudad, de edad de veinte y dos años, fue presa por delito de judaismo. Salió en forma de penitente con su sambenito y vela verde en las manos.
«¡Y yo decía , yo que la adoraba como se adora a un ser ideal; que la honraba como se honra a la virtud; que la respetaba como debe respetarse a la mujer de un amigo!... ¡Y yo, que enteramente absorto en ella, me alejaba de la noble mujer, que fue mi primero, mi único amor!... ¡La casta, la pura madre de mis hijos! ¡Mi Leonor, que todo lo ha sobrellevado en silencio y sin quejarse!»
Palabra del Dia
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