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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Rasgó el sobre: lo que dentro venía era una tarjeta: el nombre litografiado decía: Cristeta Moreruela de Martínez, y encima, escritas con lápiz y mano temblorosa, estas palabras: «He ido asta la puerta de tu casa, y me a faltado balor. No pidas lo imposible. Perdona a esta pobre mujer que sufre mucho, y holbídame adiós para sienpre.

Con un pedazo de lápiz tamaño así, y un papel de cigarro, basta para hacer el gran balance. Es la liquidación fácil, porque es la última... y palante». Mariano y su colega le oían absortos. «Dice este continuó el estampador, incansable en la denuncia que él ha de poder poco o ha de soltar pronto la blusa.

¿Qué quieres? ¿qué ocurre? preguntó el marido con extrañeza. ¿Querer?... Bien se lo decían aquellos ojos agrandados por el lápiz de tocador, en los que el instinto femenil ponía el fuego que no lograba dar la pasión: los pasos felinos, de gata enardecida, con que se aproximaba entre el susurro acariciador de sus ropas interiores.

También me dió este papel, escrito en la misma calle con un lápiz. Usted sabrá lo que dice. Yo no he querido mirarlo. Ferragut, al tomar el papel, reconoció inmediatamente la letra de ella, pero desigual, nerviosa, trazada con precipitación. Cuatro palabras nada más: «Adiós. Voy á morir.» «¡Mentiras! ¡Siempre mentiras!», dijo en su cerebro la voz de la cordura.

No se le puede negar mucha sabiduría y buen deseo, pero tiene la desgracia de no fijarse en nada de lo que le dicen, y por eso no da casi nunca en el clavo. ¿Quiere usted decirme, Isidorito, cómo es posible que acierte a curar un hombre que cuando el enfermo le está contando lo que padece se pone a tajar un lápiz o a tocar el tambor con los dedos? ¡Usted no sabe lo que yo he sufrido por su causa! ¡Que Dios no le tome en cuenta el mal que me ha hecho!

Caído delante del escritorio, estaba atormentando maquinalmente su cortapapeles de marfil y doblándole como un florete. ¡Clac! En su mano nerviosa, se rompió la hoja de repente con un ruido seco. Este accidente tan ligero puso el colmo a su irritación... Con un brusco ademán, barrió todo lo que se encontraba delante de él, y portaplumas, lápiz y papeles volaron hasta el centro de la pieza.

Eran mujeres iguales á las que lloraban ó gritaban de entusiasmo al otro lado de la verja; sin colorete, sin artificios, con el pelo libre de postizos, con las mejillas limpias y los ojos agrandados por una emoción que había venido á sustituir los antiguos retoques del lápiz negro: ojos serenos que miraban al porvenir heroicamente, adivinando la proximidad de la desgracia.

El barrio judío es repugnante, pero se encuentran perlas en aquel estercolero dignas del lápiz de Gavarni. La población se compone de griegos, italianos, judíos y malteses, pero todos hacen lo posible por parecer ingleses. Tenemos también un teatro en el que dan representaciones de Juana de Arco del maestro Verdi.

Hasta se imaginó que su sonrisa actual era continuación de otras sonrisas anteriores que no había podido reprimir mientras con un lápiz en la mano y el casco de orejas metálicas en la cabeza escribía las palabras misteriosas llegadas á través de la atmósfera. Gillespie le arrebató el despacho para abrirlo.... ¡Oh Dios! ¡La firma de miss Margaret!

Le expliqué que había caído del sobre; entonces la tomó y la miró un largo rato. Después, dándola vuelta, descubrió algo que yo no había notado: escritas débilmente con lápiz y medio borradas, se leían las siguientes palabras: «Encrucijadas de Owston, 9 millas más allá de Doncaster, sobre el camino Selby. ¿Sabe usted lo que es esto? No, no tengo la menor idea respondí.

Palabra del Dia

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