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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Ya las aldeas y villorrios aumentan a cada instante, se aglomeran y precipitan, con sus calles estrechas y limpias, sus casas de ladrillo quemado, sus techos de pizarra y teja.

En el centro, la torre señorial, que se veía desde Jerez, dominando las colinas cubiertas de viñas que hacían de los Dupont los primeros propietarios de la comarca: una construcción pretenciosa de ladrillo rojo, con la base y los ángulos de piedra blanca; unidas las agudas almenas de su remate por una barandilla de hierro que convertía en terraza vulgar el coronamiento de una obra semifeudal.

Desnoyers corrió al borde del camino para convencerse mejor de la verdad. ¡Ay! Eran regimientos como los que él había visto partir de las estaciones de París... pero con aspecto muy distinto. Los capotes azules se habían convertido en vestiduras andrajosas y amarillentas; los pantalones rojos blanqueaban con un color de ladrillo mal cocido; los zapatos eran bolas de barro.

Su entrada única era antes un puente de ladrillo y en la actualidad otro fijo de madera, que ha sido reparado por reclamacion directa al ministerio del Excelentisimo señor general D. Manuel Breton.

La parte de atrás de la casa de los hidalgos daba a una hondonada; tenía una gran galería de cristales y estaba hecha de ladrillo con entramado negro; enfrente se erguía un monte de dos mil pies, según el mapa de la provincia, con algunos caseríos en la parte baja, y en la alta, desnudo de vegetación, y sólo cubierto a trechos por encinas y carrascas.

El hombre que cae en aguas tenebrosas, trata momentáneamente de hacer pie hasta sobre las piedras resbaladizas, y Silas, procediendo como si creyera en falsas esperanzas, aplazaba el momento de la desaparición. Buscó por todos los rincones, deshizo su cama, la sacudió y la palpó toda, después miró en el horno de ladrillo donde ponía a secar la leña.

¡Un revólver! gritó uno; ¡pronto un revólverAl ladron! Pero la sombra, más ágil aun, ya había montado sobre la balaustrada de ladrillo y antes que pudiesen traer una luz se precipitaba al río, dejando oir un ruido quebrado al caer en el agua.

Aunque vestía a la última moda, con minuciosa corrección, repitiendo los gestos y frases aprendidos durante un año de gran vida europea, este gentleman de tez amarillenta se ponía de color de ladrillo y le brillaban los ojos siempre que giraba la conversación sobre actos de valor, y escenas de muerte, como si resucitase en su sangre la acometividad de los abuelos españoles y de los abuelos indígenas, entreverados en luengos siglos de peleas.

Los millones, la Liga, la fábrica de ladrillo refractario, todo le salía de una vez a la cara, pugnando por arrojarse sobre los infelices que se le acercaban y aplastarlos. ¡Qué modo de tender la mano mirando hacia otro lado! ¡Qué voz ruda e impertinente para saludar de lejos! Imposible imaginarse una superioridad más protectora.

Pero si no frente al mar, os halláis por lo menos frente a una cantidad de agua que divertirá y lisonjeará vuestras aficiones marinas, aunque no las satisfaga por entero. Las audacias de tal masa de agua están refrenadas por unos sencillos muros de ladrillo, sobre los cuales hay una verja de hierro no muy alta.

Palabra del Dia

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