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Actualizado: 6 de junio de 2025


¿Dónde vais, caballero? dijo á Quevedo un criado de escalera arriba. Quevedo no contestó, y siguió andando. ¿No oís? ¿dónde vais? repitió el sirviente. ¿No lo veis? voy adelante contestó sin volver siquiera la cabeza Quevedo. Perdonad dijo el lacayo, que alcanzó á ver en aquel momento la cruz de Santiago en el ferreruelo de don Francisco.

Un lacayo con larga librea verde aceituna, coronas condales en los botones y sombrero de copa con gran cucarda rizada en la mano, se acercó entonces al grupo: Cuando el señorito quiera, está esperando el coche dijo respetuosamente al niño.

-No vos acuitéis, señoras -dijo don Quijote-, que ni ésta es malicia ni es bellaquería; y si la es, y no ha sido la causa el duque, sino los malos encantadores que me persiguen, los cuales, invidiosos de que yo alcanzase la gloria deste vencimiento, han convertido el rostro de vuestro esposo en el de este que decís que es lacayo del duque.

Al ver ante la multitud de puertas que abrían paso á otras tantas comunicaciones del alcázar, hubo forzosamente de detenerse y de buscar entre los que entraban y salían á alguno de la servidumbre interior que le guiase hasta las regiones de la cocina, y al fin se dirigió á un enorme lacayo que le deparó su buena suerte. ¿Por dónde voy bien á la cocina, amigo? preguntó nuestro joven.

Pero al día siguiente, muy temprano, presentose en su casa el lacayo del Conde, anunciando que su amo no podía disponer de un solo minuto en todo el día, y que sólo iría por la noche, ya tarde, a cenar con la señorita Judit. Cenar a solas con ella era un acontecimiento extraordinario en quien siempre la dejaba antes de media noche. ¿Qué quería decir aquello?

El simón de hoy es el landau de mañana... Esto es una noria; cuando un cangilón se vacía otro se llena». Apareció un coche de gran lujo, con lacayo y cochero vestidos de rojo. «El Rey Amadeo dijo Miquis El Rey. Mira, mira, Isidora... No me quitaré yo el sombrero como esos tontos. Si apenas le saludan... observó Isidora con lástima . Pues cuando vuelva a pasar, le hago yo la gran cortesía.

-Pues yo -dijo el lacayo- soy temeroso de mi conciencia, y pondríala en gran cargo si pasase adelante en esta batalla; y así, digo que yo me doy por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora. Quedó admirado el maese de campo de las razones de Tosilos; y, como era uno de los sabidores de la máquina de aquel caso, no le supo responder palabra.

El carruaje, cómodo y anticuado, llevaba en las portezuelas corona condal; el cochero y el lacayo, como haciendo juego con el portero, tenían facha de cantores de iglesia, y la dama, siempre enlutada, con trazas de poco limpia y gesto uraño, semejaba una sacristía hecha mujer.

Agora os llega este caparazón y, despreciando mi demanda, se lo mandáis a él, que ya tiene sobrados. Todavía este puerco exclamó señalando al lacayo me lo enseña de lejos con sorna; se lo pido para mirallo, y echa a correr dando voces. Don Felipe seguía moviendo, de tiempo en tiempo, la cabeza, sin levantar la mirada.

El día anterior al en que las señoras de Freneuse estuvieron en el yate, Marenval y Tragomer estaban dando su paseo ordinario, cuando en la orilla de la Serpentina encontraron á miss Maud que iba á pie, seguida de un lacayo y de su coche. ¿Dónde están sus hermanos de usted, miss Maud? preguntó Cristián. En el círculo de los Arqueros, donde según parece hay una apuesta de las más interesantes.

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