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Actualizado: 11 de julio de 2025


Facundo se le presenta en su alojamiento con media de seda de patente, calzón de jergón y un poncho de tela ruin. No obstante lo grotesco de esta figura, a ninguno de los ciudadanos elegantes de Buenos Aires le ocurrió reírse, porque eran demasiado avisados para no descifrar el enigma. Quería humillar a los hombres cultos, y mostrarles el caso que hacía de sus trajes europeos.

Como después del casamiento de Obdulia y Antoñito habían sido vendidas las camas de estos, surgió un conflicto de instalación doméstica, que Nina resolvió proponiendo armar su cama en el cuartito del comedor, para colocar en ella al pobre enfermo. Ella dormiría en un jergón sobre la estera, y ya verían, ya verían si era posible arrancar al cuitado viejo de las uñas de la muerte.

Cuando Salvador preguntó por su hermano, la mujer refirió que el Sr. Navarro había sido hallado una noche sobre la nieve, como muerto; que le habían conducido en hombros a aquella casa, donde aún seguía por no poder moverse, a causa de la perlesía que le cogía medio cuerpo. Salvador subió, y vio a su hermano arrojado en el más desigual y abominable jergón que ha sostenido cuerpos en el mundo.

Al principio, cuando yo tenía que entrar aquí con esos barrilillos a la espalda, sudaba la gota gorda; pero ahora ya me he acostumbrado. ¿Y si se te escurriera un pie? Pues nada; se acabaría todo. Lo mismo da morir ensartado en un abeto que toser durante semanas y meses tendido en un jergón. En tal momento, Divès iluminaba con la linterna las pilas de barriles, que llegaban hasta la bóveda.

Y se oyó el ruido discreto de un balcón que se cierra con miedo de turbar el silencio de la noche. Pisando quedo, entró don Fermín en su alcoba. Detrás del tabique oyó el crujir de las hojas de maíz del jergón en que dormía Teresa, y después un suspiro estrepitoso. El Magistral encogió los hombros y se sentó en el lecho.

Cuando yo me muera, registra mi jergón y encontrarás en esta punta de la izquierda un calcetín con unas monedas de oro. Ya te he dicho, no quiero que las emplees en tierras, sino en géneros de comercio. Así lo haré. Creo que te lo he dicho todo. Ahora dame la mano. Firmes, ¿eh? Firmes. El pobre Tellagorri se olvido de decir Pirmes, como hubiera dicho estando sano.

Si me privo de todo, me muero de pena, y si no me privo me deshonro... ¡Oh Dios!, ¡quién fuera cursi, quién fuera populacho!... Me pasaría la vida haciendo cigarros, lavando ropa, comiendo bodrio, durmiendo en un jergón asqueroso; me casaría con un cafre hediondo, tendría un chiquillo cada año, viviría como una bestia, toda imbécil, toda sucia...; ¡pero sería feliz como son felices los que no conocen el dinero!... ¿Qué es mejor, ser una piedra, que se está donde la ponen, o ser una criatura racional que quiere ir a alguna parte? ¡No , no ! ¡Benditos sean los adoquines, que ni siquiera sienten los pisotones que les dan!... Vaya, vaya, qué duro es este sofá.

En la panera dormía Ramona, aldeana, y cerca de su lecho de madera pintada de azul y rojo, que rechinaba a cada movimiento del jergón, yacía la cosecha de maíz de su casería, en montón deleznable que subía al techo. Allí fue la batalla.

Todavía iba a preguntar ¿por qué te reiste como un demonio cuando Fernando me engañó? Pero sin hacer aquella última interrogación se levantó solícita y atenta, porque había crujido la hoja del jergón bajo el cuerpo trémulo del agonizante.

Escuchaba Feli el ruido de sus zapatos al caer, los crujidos del jergón, los suspiros y rezos del devoto al tenderse. Luego venían los gritos de la pesadilla, los apóstrofes al Malo, para que se alejase con sus carnales tentaciones. Feli se acostaba después de media noche, aguardando en la obscuridad la llegada de Isidro, creyendo que era él cada vez que sonaban pasos en la escalera.

Palabra del Dia

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