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Actualizado: 18 de mayo de 2025


La prosperidad de los que se habían quedado allá les irritaba como un error. Olvidan pronto lo que sufrieron continuó Fernando , para recordar únicamente las contadas horas de felicidad.

Pero lo que más la irritaba era el qué dirán de las gentes, la murmuración de las amigas envidiosas, darles el gusto de verla abollada. ¡Ay, Dios mío! tengo tanta vergüenza, que quisiera morirme. La madre intervino: ¿Quieres callarte, Angelita? Estás ahí hablando zonceras sin fundamento; si nos vamos al Frigal, lo que no se ha decidido aún, será por mi salud, ni más ni menos.

Y desde entonces, no sólo los sufría con resignación, pero aun llegó a provocarlos con astucia, contrariando a su terrible dueño hasta verlo fuera de . ¡Oh, cuando se irritaba, era Petra una mujer realmente hermosa!

Lo que más le irritaba era que su conciencia le envolvía a él también en el general desprecio.... «Todo era pequeño, asqueroso, bajo... y él como todo». «¿Y lo que había dicho el médico? Ubi irritatio... es decir que Ana caería en brazos de don Álvaro... ¡que era fatal aquella caída!... Y tanto misticismo, y tanto hermano mayor del alma... ¿para qué había servido?

La botella de Rueda estaba destinada a don José, que daría un par de copas a Millán. Los demás acordaron decir que el vino blanco les irritaba mucho. De allí a poco no quedó del besugo sino la raspa; de la ensalada, ni una hoja. Vaya a la salud de esas piernas decía Millán, apurando un trago y mirando de reojo a Leocadia. ¡No volverán a correr como corrieron!

Gonzalo se desternillaba de risa, sin comprender que es peligroso que los maridos rían demasiado los chistes de sus mujeres. La vida que hacían era harto sedentaria. A Ventura no le gustaba salir de casa. El sol le producía dolor de cabeza; el fresco de la tarde le irritaba la garganta. Cuidaba del aliño de su persona, y variaba de trajes lo mismo que si se hallase en Madrid.

Iba a ser la esposa de Jesucristo y encerrarse para siempre entre cuatro paredes, pasando toda la vida en misterioso coloquio, cuyas dulzuras aun no había gustado por completo. Una gran curiosidad la dominaba, la irritaba en grado indecible.

Si ella se irritaba, se le acababa a él lo que llamaba la paciencia, y una vez en el terreno de la fuerza el artillero vencía siempre; fuerte era como un roble Paula, pero Francisco había sido el más arrogante mozo de nuestro ejército, y tenía músculos de oso. Había nacido en lo más alto de la montaña y hasta los veinte años había servido en los Puertos, cuidando ganado.

Desde el primer día, Clementina le había tuteado a solas, acostumbrada a aquellas transiciones y conciertos secretos de mujer galante, que ahora favorecía la diferencia de edad. Raimundo no podía acostumbrarse a darla el . Hacía esfuerzos por conseguirlo; pero a lo mejor volvía al usted y seguía la plática tratándola de este modo, hasta que la dama se irritaba y le reprendía ásperamente.

Pero no era verdad, tenía ambición, amor al peligro y una confianza ciega en su estrella. La vida sedentaria le irritaba. Martín y Bautista dejaban solas a las dos mujeres y se iban a España. Al año de casada, Catalina tuvo un hijo, al que llamaron José Miguel, recordando Martín la recomendación del viejo Tellagorri.

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