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Actualizado: 18 de mayo de 2025


No hay manera de convencerla de su error. Digo error, porque yo hube de comprobar la certidumbre de la historia que antes referí; hay testigos fidedignos que la acreditan. Pero la Juana es obstinada y de cortas entendederas. Y vamos al grano. El furor de Juana contra Belarmino, siempre que se irritaba, y el motivo que la hacía irritarse tan a menudo, derivábanse de la existencia de esa niña.

Esta conciencia de la rebelión la desesperaba; quería aplacarla y se irritaba. Sentía cardos en el alma. En tales horas no quería a nadie, no compadecía a nadie. En aquel instante deseaba oír música; no podía haber voz más oportuna.

, ese día, todo la irritaba en él: su levita impecable, sus cabellos admirablemente brillantes, su cara de placidez, reflejando la íntima satisfacción de mismo. Pero, después de dar libre curso, durante algunos instantes a su irritación, concluyó por pensar que quizá no era razonable de su parte ensañarse así con su novio.

Tenía miedo á su entusiasmo: podía sin darse cuenta liarse á golpes con aquel carlismo vergonzante que tanto le irritaba.

Si yo tuviese sus onzas, sus onzas.... ¡ole con ole! Pero di, ¿y te parece a ti, que no hay gato encerrado en lo de Artegui y Lucía? ¡Pch! no silbó Perico, que a diferencia de su hermana, no era maldiciente, sino cuando se irritaba contra alguno . Ese Artegui tiene sangre de horchata, de horchata, y estoy segurísimo de que ni esto, ni esto le ha dicho.

De las heridas que el derrotado plenipotenciario de Constantinopla llevaba en el alma, ninguna escocía tanto a su vanidad, ninguna irritaba tanto su soberbia como el que fueran sus vencedores una beata y un fraile. En el paroxismo de su furor imaginábase estrangular algún día a la taimada Villasis con el pañuelo a cuadros azules y amarillos del hipócrita Cifuentes. Fin del libro segundo Libro III

La irritaba que nadie pudiera prever sus enfados y rabietas, odios y venganzas; prefería incomodarse y enfurecerse por motivos de los que nadie esperase tales resultados, y desorientar al más experto observador quedándose fría, tranquila, impasible, ante injurias y daños que los demás podrían creer que la iban a sacar de sus casillas.

Volvió al balcón, a espiar las palabras y los movimientos de aquel borracho a quien despreciaba todo el año y que aquella noche, sin que él supiera por qué, le asustaba y le irritaba. Otras veces, a la misma hora, le había sentido en la calle murmurar imprecaciones, mientras él velaba trabajando; pero nunca había querido levantarse para oír las necedades de aquel perdido.

El calor femenil de esta carne suave, que le acariciaba con su contacto por debajo de la mesa, le irritaba como un peligro difícil de vencer. Siéntate, ladrón; si te meneas, de un pellizco te arranco el alma.

Lo admiraba porque era capaz de pasar un día entero con su noche sin levantarse de la mesa, vaciando botella tras botella. Además, tenía la elocuencia de un predicador cuando ensalzaba las virtudes curativas del whisky, remedio infalible para todos los disgustos y todas las enfermedades. Morales hasta conocía sus manías. Cuando había bebido más de una copa, se irritaba si le llamaban inglés.

Palabra del Dia

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