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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Es preciso irme desprendiendo poco a poco, de buen o de mal grado, de este bajo suelo; ya siento en la noche; ¿cuántas horas me faltan contar aún en este negro abismo? Dios lo sabe; yo no he de contarlas, porque estoy entregada a El absolutamente; lo que le pido, es que me retenga aquí el tiempo necesario para ganar su estimación.

¡Concluyamos, concluyamos, don Francisco! dijo el duque procurando rehacerse ; está visto que no podemos entendernos. ¡Ya quería yo irme...! dijo Quevedo levantándose de nuevo ; quería irme sin hablar una sola palabra, porque no podría deciros más que verdades lisas... pero vos... ¡bah! vos habéis nacido para equivocaros... He llegado á vos y os he tendido la mano...

Por eso me gusta tanto viajar... Con el ruido del tren, no oigo el mío». Hubo un momento de silencio y tristeza en la mesa; pero aquello pasó, y siguieron charlando. Jacinta observaba que alguien le hacía telégrafos desde la puerta, alzando un poco el cortinón. Salió: era Guillermina. «No, yo no paso. Tengo que irme al momento a la obra le dijo con secreteo . Vengo para encargarte que le hables.

Hízomela diciendo que la cosa mala en que ella había pensado de pronto, era una despedida para lejanas tierras, por no tener ya quehaceres en aquéllas tan tristonas para . ¡Pensar yo en irme entonces de Tablanca!... Podía jurar que nunca me había visto más apegado al valle. Pero ¿por qué mi ausencia de él era calificada por ella de cosa mala?

¡Irme! contestó Sardiola apaciblemente . ¡Bueno es irme! ¡Para que usted la ahogue, y se quede tan fresco! ¡mal hombre! vergüenza debiera darle a usted tocar al pelo de la ropa a la señorita.

Acercose a doña Gertrudis y le dijo al oído: Mamá, me duele muchísimo la cabeza. ¡Ay, hija de mi alma, te compadezco! A se me está partiendo también de dolor. Quisiera irme a acostar. Pues ve, hija mía, ve; yo diré que te has sentido un poco indispuesta. Adiós, mamaíta. Que pases buena noche.

Tengo que permanecer inflexible por grande que sea la emoción que experimento bajo vuestra mirada... Pero, ¿qué es lo que oigo? Esa voz que se oye abajo... ¡Es la condesa! Se ha vuelto a toda prisa, furiosa sin duda de que la haya engañado. Tengo que irme, Marta. Cuando esta causa de mal humor haya pasado, le anunciaré nuestro casamiento. Estáis de nuevo temblando, calmaos.

No había comenzado, sino que faltaba poco para que concluyera. ¡Quiá! ¡Qué he de irme! ¿Crees que he venido sólo para esto? Vuelves a ser mía... y hoy te acompaño hasta tu casa. Ni una palabra más. Accedí a oírte, porque supuse que tendrías juicio. Esto se acabó; yo no transigiré nunca con ciertas cosas. Ni yo con perderte.

Entonces, márchese. ¡Márchese! ¡Eso se dice muy pronto!; pero es el caso que no quiero irme. No he hecho una legua de camino para volverme con las manos vacías. ¿Eres , Hullin? interrumpió bruscamente una voz saliendo de la cueva de al lado. , Marcos. ¡Ah! Ya voy.

Decía entre : «¡Malhaya quien fía en hacienda mal ganada, que se va como se viene! ¡Triste de ! ¿Qué haré?». No sabía si irme a buscarlos, si dar parte a la justicia. Esto no me parecía bien, porque si los prendían, habían de aclarar lo del hábito y otras cosas y era morir en la horca. Pues seguirlos, no sabía por dónde.

Palabra del Dia

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