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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Dijo el Duque que no se le diese consejo teniendo respecto á su salud, sino á su honra y á lo que convenía al servicio de V. M.; y como todos fueron del propio parescer, se decidió á hacerlo, diciéndome á mí que me pusiese á puncto para irme con él, pues quedaba allí el Maestre de campo Barahona, que era soldado que daría en todo buen recaudo, y que quedaban otros que le ayudarían.
Hasta aquí nada más dijo Teri al llegar cerca de la fuente de Cibeles .No, no me beses: me haría mucho daño; no tendría fuerzas para irme... La mano tampoco... No; ¡adiós!, ¡adiós! Lo apartó de ella como si fuese un extraño; volvía la cabeza por no verle. De pronto, llamando a un coche para que la aguardase, huyó.
Lo que está hecho ya está hecho, y debéis sufrir los efectos de mi maldición. Mi palabra es sagrada; y si la retirase, me desconocería á mí mismo.... Pero ya que he venido á veros, no quiero irme sin dejar un recuerdo de mi visita.
Cinco años llevaba Desnoyers en la casa, cuando un día entró en el escritorio del amo con el aire brusco de los tímidos que adoptan una resolución. Don Julio, me marcho, y deseo que ajustemos cuentas. Madariaga le miró socarronamente. ¿Irse?... ¿por qué? Pero en vano repitió sus preguntas. El francés se atascaba en una serie de explicaciones incoherentes. «Me voy; debo irme.»
Deja tú que tenga reunida una buena cantidad, y verás, verás, cómo me planto en la villa y allí o tomo el tren para irme a Madrid, o un vapor que me lleve a las islas de allá lejos, o me meto a servir con tal que me dejen estudiar. ¡Madre de Dios divino! ¡Qué calladas tenías esas picardías! dijo la Nela abriendo más las conchas de su estuche y echando fuera toda la cabeza.
El secretario le despidió a la puerta con una fina sonrisa burlona. La Amparo se acercó y le preguntó: ¿Está arreglando el asunto? Por ahora, sí respondió mordiendo el sempiterno cigarro. Pues quiero irme en tu coche dijo, bajando la voz. La fisonomía del banquero se oscureció. Demasiado sabes que no puede ser. ¿Que no puede ser?... Ahora verás.... Dame el brazo.... En marcha.
Pensé muchas veces irme de aquel mezquino amo, mas por dos cosas lo dejaba: la primera, por no me atrever a mis piernas, por temer de la flaqueza que de pura hambre me venía; y la otra, consideraba y decia: "Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto de hambre y, dejándole, topé con estotro, que me tiene ya con ella en la sepultura.
Lo que debo hacer indudablemente es irme de aquí. Esto será decir sin palabras al rey que no debe hacer esperar hasta tal punto al duque de Lerma. Iba Lerma á poner en práctica su propósito, esto es, á irse, cuando se levantó un tapiz, asomó tras él una persona, y sonó una voz que dijo: ¿A dónde vais, mi buen duque?
-No ha de ser así, señor gobernador -dijo el doctor Recio-, que yo le daré a vuesa merced una bebida contra caídas y molimientos, que luego le vuelva en su prístina entereza y vigor; y, en lo de la comida, yo prometo a vuesa merced de enmendarme, dejándole comer abundantemente de todo aquello que quisiere. ¡Tarde piache! -respondió Sancho-. Así dejaré de irme como volverme turco.
Ante la suspensión de mi mente, Inés agrega con verba rápida: ¿No recuerda usted que, al irme, la dije que había un ciprés que me perseguía y que...? ¡Sí, hijita! ¿Cómo no? Ahora caigo. Estaba trascordada. Me había olvidado, porque creí que era una broma tuya. Sí, sí... broma... no está mala broma. Bromazo ha resultado. Pero... vamos a ver: ¿Quién es el rey de los cipreses? ¿No lo sabe usted?...
Palabra del Dia
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