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Actualizado: 28 de junio de 2025
Tengo que averiguar por qué se ha burlado de mí. Dichas estas palabras, salió renegando, y se alejó rápidamente. Esta conversación le devolvió a la viuda las fuerzas necesarias para dominar los impulsos de su corazón. ¿Tenía, en efecto, un gran deseo de ver a Catalina? ¿O más bien deseaba alejarse de la casa para evitar en lo posible una entrevista con el intendente?
La condesa le gritó: Tened valor, Mathys; la situación no es tan desesperada como creéis. Pero apenas estuvo delante de la casa se puso pálido como un muerto, y todos los miembros le temblaban. ¡Demasiado tarde! ¡Demasiado tarde! se decía el intendente, dejando caer los brazos. ¡Allá, por el camino, viene un coche!... Federico Bergams y Marta están sentados en el banco delantero.
En este caso, quizá os fuera fácil justificar vuestra intervención, y probar vuestra inocencia... Vamos, decidme cómo pasaron las cosas. Lo sé todo, pero deseo encontrar en vuestro relato, medio de defensa de vuestros enemigos. No me ocultéis nada. Después os diré el infame proyecto formado para perderos. El intendente vacilaba aún e inclinaba la cabeza para reflexionar.
Intervenía el coronel á veces en el diálogo, pero era para lamentarse de los obstáculos que oponía la tal guerra á sus funciones de intendente. Cada día resultaba más difícil su gestión.
Gobernador Intendente en lo que se le ofresca para el objeto que de órden de V. E. ha de verificar: y como ha llegado dicha órden cuando tenia prontas mis cosas y cabalguduras para pasar á Misiones, no suspenderé mi viage, pero dejarè órden á mi segundo para que franquee todos los auxilios que pendan de la partida; y por lo que hace á los conocimientos que yo pudiera dar, podrán verificarse desde cualquier parte donde me halláre.
Colocad a la loca en un rincón y cuando hayáis conversado con vuestra amiga, volveos al jardín; pero tened cuidado de no perder de vista a Elena ni un solo instante. Ni un instante, señora. ¿De modo que no sabéis dónde está el intendente? No, señora, se marchó corriendo en cuando sintió vuestra voz abajo. ¡Qué cobarde! se habrá ido a esconder, pero lo encontraré.
No os comprendo balbuceó el intendente. Puede ser que, en efecto, no me comprendáis. Hablaré más claro, pero dadme antes vuestra palabra de que vais a dominar vuestra indignación, y a no salir de esta pieza hasta que yo os lo permita. Si no os conservais dueño de vos, os perderéis irremisiblemente. Os prometo, Marta, conservar mi sangre fría. ¿Y hablar en voz baja? Muy baja.
¿Estáis mirando mis muebles? preguntó alegremente el intendente . Sí, Marta, no tendremos que comprar muchos para instalar nuestra casa. Todo lo que veis aquí me pertenece. Un buen escritorio, magníficos sillones, ¿no es cierto? Marta trató de sonreír y preguntó con fingido buen humor: Me imagino que este cofre será el mueble principal de la casa. ¿Es sin duda en el que guardáis las economías?
No sé lo que me pasa dijo sollozando el intendente, completamente anonadado . Es un enigma que llena de espanto; yo no le dije nada; vos tampoco le hicisteis revelación alguna. ¿Cómo se explica entonces que lo sepa todo? ¿Existe en el mundo alguna otra persona que sepa nuestros secretos?
Su corazón latía violentamente y poco faltaba para que la angustia la venciera. La voz del intendente seguía gritando con la misma violencia; pero la condesa hablaba al mismo tiempo que él, y Marta sólo pudo oír sonidos mezclados y confusos, y palabras sin ningún sentido. Creyó entender, sin embargo, que hablaban de Elena, del viejo conde y de su herencia.
Palabra del Dia
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