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Actualizado: 28 de junio de 2025
El intendente de marina y el comandante de artillería dicen que no darán nada mientras Villeneuve no lo pague en moneda contante y sonante. Así, así: me parece que está muy bien parlado. ¡Pues no falta más sino que esos señores con sus manos lavadas se fueran a llevar lo poco que tenemos! ¡Bonitos están los tiempos!
No le quedaba más esperanza que decidir a Marta a representar hasta el fin su triste comedia con el intendente. Catalina sabía bien que su amiga acogería ese consejo con horror, tanto más cuanto que había sorprendido por sus palabras que el odio del aya hacia él no había hecho sino aumentar; pero, ¿qué hacer contra un concatenamiento de circunstancias fatales?
El intendente salió esta mañana y volverá tarde esta noche. Espiaré su vuelta e iré a verlo en su cuarto. Por medio de él quizá consiga que tu madre vuelva sobre su decisión. Si esta última tentativa no da resultado, es preciso que demuestres que tienes valor y juicio, y que no dificultes mi protección con tu debilidad.
Hace tiempo que algo me oprime el corazón... Separados por una enojosa desinteligencia, una pena que no nos atrevíamos a confesar, nos hacía sufrir a los dos; ahora vengo a romper el hielo... El hombre es débil, no os enojéis... yo no tengo la culpa, Marta, de que vos seáis hermosa... y que yo no sea insensible... El intendente había creído que no le costaría el menor esfuerzo hacer su pedido.
Asumpcion, 19 de Junio de 1794. En vista de la de V. E. de 23 de Abril proximo pasado, que tambien pasó V. E. al Gobernador Intendente de esta provincia, me ha comunicado este lo que sabe del rio Corrientes, y le he contestado que sus noticias son las mismas que tengo, y he participado á V. E. muchas veces, de que S. M. está bien impuesta.
Si queréis convencerme de que realmente me amáis, respetad al menos vuestro amor por mí. Tenéis razón, Marta; la felicidad me hace perder la cabeza murmuró el intendente, dominado y casi desconcertado . Volvamos a sentarnos y escuchadme. Hacéis mal en asustaros por la demostración primera de mi amor sincero, y vais a reconocerlo inmediatamente.
Se ha puesto en el caso de que os llevéis con vos el documento, y me ha hablado en términos encubiertos de hombres pagados para espiaros y atacaros... ¿Hombres pagados para atacarme? preguntó el intendente, cuyo espíritu conturbado asoció las palabras de Marta con la emboscada de esa noche . ¿Estáis cierta de que la condesa haya dicho algo parecido? Completamente segura.
Esperaba que si podía entrar en conversación con Mathys, sabría noticias de su amiga, y quizá esta ocasión le permitiría decirle algunas palabras en su favor. Apresuró el paso hasta que alcanzó al intendente. Cuando estuvo a su lado le dijo en tono cortés, casi acariciador: Buen día, señor Mathys. ¡Qué cielo tan claro! ¡Qué aire tan puro! Parece que uno se sintiera rejuvenecido, ¿verdad?
«¡Qué viejecitos están ya los reyes de armas!... ¿Ve usted? Ahora vienen los caballos de silla... Sigue el coche amarillo..., penachos morados... Ahora vienen el mayordomo y el intendente..., penachos azules y blancos. Mire usted qué guapos chicos... Ahora viene el coche de nácar..., penachos verdes. ¿Quién será este señor con tanto morrión y tanta cruz?
Ya que he manifestado a usted lo que han sido y son en general estos pueblos y su gobierno, quiero decir algo en particular de los del departamento de mi cargo, con la satisfacción de que hablo con quien los ha visto y comparado con el resto de los demás pueblos de esta provincia, y que puedo confirmar cuanto dijere, con la autoridad del señor don Pedro Melo de Portugal, Gobernador Intendente y Capitán General de esa provincia del Paraguay, que también los ha visto, cuya narración podrá servir de confirmación de cuanto llevo dicho, y de anticipación para lo que dijere cuando trate de los medios que me parecen oportunos para mejorar el gobierno de estos pueblos, aumento del real erario, y felicidad de estos naturales, a quienes deseo la mayor prosperidad.
Palabra del Dia
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