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Actualizado: 28 de junio de 2025


Por desgracia, el intendente había salido muy temprano aquel día del castillo; había salido en el coche grande y sólo volvería muy tarde. ¿Por qué no le había hablado Mathys de aquel viaje? ¿Qué le ocultaba? Al hacer esta reflexión, se puso pálida y empezó a temblar, porque una sospecha terrible acababa de cruzarle el espíritu.

Había otra porción de tertulianos que con las mismas disposiciones para el arte musical que el intendente, se habían prestado a tomar parte en la función. Entre todos ellos descollaba como la robusta encina en bosque de madroños, el tío Manolo. Miguel pudo convencerse en seguida de que era el gallo de la quintana.

Los dos motivos de conversación general eran las carreras, sus accidentes y sorpresas, y los puestos de significación política que aún faltan por llenar. Se hablaba al mismo tiempo de «Vadarkblar» y del futuro intendente, de «Saint Emilion» y del nuevo jefe de policía, de «Sangre Azul» y del que llenará la vacante de la dirección de Correos.

Seguid vuestro camino, Catalina; tengo que ir hasta la aldea, pero no camino tan ligero como vos. Entristecida por el fracaso aparente de su tentativa, Catalina le dijo con voz suplicante: Puedo preguntaros, señor intendente, ¿qué es lo que habéis decidido respecto de mi amiga? ¡Ah, tenedle compasión!

¡Oh! ¿Qué significa esto ahora? murmuró el intendente descontento . Al fin y al cabo yo no le puedo impedir a la señora de Bruinsteen que se acerque a su hija. Marta le tomó las manos y le dijo con extremada suavidad, mirándolo con aire de cariño: Mathys, buen Mathys, todo lo podéis obtener de la condesa. Dadme una nueva prueba de vuestro afecto.

La viuda le dirigió una mirada de soslayo; la silla temblaba, movida por el estremecimiento de su cuerpo y tenía que apretarse el pecho para contener los latidos de su corazón. El intendente se aproximó a ella y le entregó el documento en un sobre sellado. Tomad, Marta le dijo ; conservad esto con cuidado hasta que yo vuelva de viaje.

¿Medios infalibles? repitió el intendente sumido más que nunca en sus temores. Ciertamente. ¿Y si viniera con los representantes de la justicia? Los representantes de la justicia no tienen nada que hacer aquí, y, por otra parte, no encontrarían a Elena. No esperemos el coche que ha de venir de la ciudad. Haced enganchar el nuestro, y partiréis con la loca.

Habríame pasado de buena gana sin todo este aparato, pero en fin, me resigné, y por otra parte no tenía mucha inquietud sobre las consecuencias de la aventura, pues si bien soy un novel intendente, soy un antiguo jinete.

Me precipité entonces a la sala, empujando a unos cuantos jovenzuelos, so color de un entusiasmo irresistible, y me encontré con la cantante, que, roja, sin aliento y con el pecho al aire, estaba recibiendo los cumplidos con un gusto exento de toda modestia. Era Sofía Jansien, de quien ya te he hablado. Hija de un plantador de la Jamaica se enamoró del intendente de su padre y se casó con él.

Temblando de impaciencia y de esperanza, apoyó el oído a la puerta; pero su esperanza quedó frustrada porque las voces parecieron calmarse y se debilitaron... De pronto, como si la condesa le hubiera inferido una injuria sangrienta, el intendente le replicó con nuevo furor. La viuda se inclinó y pegó el oído contra el agujero de la cerradura. En esa actitud oía casi todo lo que decía Mathys.

Palabra del Dia

rigoleto

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