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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Me senté al extremo de un banco roto y traté de recoger mis ideas para saber lo que tenía que decir; pero cuanto mayor era la impaciencia de saber la verdad de todo lo que me inquietaba, mayor era también el temor de saber algo que pudiese destruir todas mis ilusiones a la vez. Estaba arrepentido de haber ido. Por fin me decidí y pregunté a aquella buena mujer si tenía hijos.

Y el anciano Materne decía a sus hijos: Otras veces, después de dos o tres días de caza en la sierra, durante el invierno, me entraba también a un hambre de lobo y me comía una pierna de corzo sin respirar; ahora, ya voy haciéndome viejo y me bastan una o dos libras de carne. ¡Lo que es la edad! Hullin había encendido su pipa y parecía muy pensativo; no cabía duda de que algo le inquietaba.

Y aunque hubiera logrado borrarlo de la memoria, ¿qué adelantaría? ¿Se le borraría á ella? Pues esto era precisamente lo que le inquietaba, lo que, á pesar de la paz y ventura en que vivía, le causaba sordo malestar. Creía estar viéndolo, al través de sus grandes ojos negros, impreso con caracteres indelebles en su imaginación.

Fernando hizo un gesto de indiferencia. No le inquietaba el porvenir. La muerte llegaría para él lo mismo que llega para los demás, inesperadamente, sin consultar las ambiciones y las necesidades de su víctima. Si los hombres pensasen en la muerte a todas horas, pocos querrían trabajar, convencidos de antemano de la inutilidad de sus esfuerzos.

Lo que inquietaba algo a Juanito, en medio de su felicidad, eran las atenciones que con él tenía su mamá, las miradas cariñosas, los «¡hijo míodichos en un tono halagador, con la suavidad mimosa de una caricia. ¡Malo, malo!

María Teresa era demasiado inteligente para no tener conciencia del ningún valor del juicio de la señora Gardanne, pero a pesar suyo estaba preocupada, y esa tarde, contemplando con mirada distraída el crepúsculo que descendía lentamente hacia la tierra, la idea de la obligación en que se vería de presentar a Juan a sus amigos, la inquietaba vagamente. Suspiró con real inquietud.

Y mientras matizaba con sus exclamaciones la relación de la joven, pensaba con alarma que ya estaban en la calle de Gracia y él todavía guardaba en el cuerpo, completamente inédita, la declaración que tanto le inquietaba. En cuanto llegasen a la próxima esquina, interrumpía a la joven, aun a riesgo de ser descortés.

Ahora me veo libre de una gran responsabilidad; la conducta de Martholl me inquietaba; se le veía por donde quiera que había diversiones, despreocupado de nuestras desgracias. Comprendo su táctica. Me habían prevenido de que no cesaba de recoger informes en todas partes sobre nuestra situación financiera.

Lo que la inquietaba seriamente era la posibilidad de una de esas curaciones maravillosas que echan por tierra todos los cálculos de la prudencia humana. Comenzaba a odiar al doctor Le Bris, tanto por sus escrúpulos como por su talento. Para acabarse de tranquilizar se prometió cortar en flor las gestiones de don Diego, hasta que ella hubiese tomado todas sus precauciones.

No lo podía remediar: el compromiso adquirido con él para el día siguiente, me inquietaba mucho; y al verme solo en mi aposento después de dejar en el suyo a mi tío, cuya condescendencia a mis declarados propósitos me había parecido algo como firma de juez al pie de una sentencia de muerte, me inquietó mucho más; y cuando metido ya en la cama, después de preparado el arsenal que me había recomendado Chisco para la batalla, me quedé a oscuras, la inquietud anduvo rayando con la fiebre.

Palabra del Dia

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