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Se aproximó a su cuarto pensativo y desconfiado. Cuando fué a poner la llave en la cerradura, la puerta se abrió sola. Esto le sorprendió y se detuvo inquieto. ¿Se habría olvidado de echar la llave al salir? ¿Había entrado alguno en su cuarto durante su ausencia? Iba a darse cuenta de ello. De pronto se estremeció y volvió la cabeza; era un ruido de pasos que se deslizaba en el piso.

La pasó en vela, revolviéndose inquieto en su cama, y declarando en voz alta que era el más cobarde de los hombres.

Y si debo declarar la verdad entera, me parecía que la monja escuchaba los galanteos sin gran horror. La idea despertó en una sensación extraña en que el placer se mezclaba con el susto. Fue una sensación viva, un estremecimiento voluptuoso junto con la sorpresa, el temor, el remordimiento, que me puso inmediatamente inquieto; pero con una inquietud suave, deliciosa.

Las ocho de la mañana serían ya bien sonadas cuando el señorito Octavio abrió los párpados despegándose del sueño febril que le embargara desde el amanecer. Muy lejos de concederle descanso y reparar sus gastadas fuerzas, le dejó más inquieto y molido que nunca: las mejillas pálidas; un círculo oscuro, amoratado en torno de los ojos.

Luego me dijo: ¿Está su madre de usted? . Quisiera saludarla. Bueno, pase usted. Entramos en el cuarto de mi madre que, al ver a Machín, quedó sorprendida no se por qué: Machín estuvo con ella muy amable. Hablaron los dos largo rato. Yo estaba inquieto con aquella visita incomprensible. ¿Qué cambio es éste? me preguntaba. Al salir Machín, me dijo: Quiero marcharme de Lúzaro.

Julián que paseaba inquieto de un lado para otro del gabinete cruzando también la sala, llegó en aquel momento a la entrada del despacho y podo oír perfectamente que la chica decía haciéndose cruces: ¡Qué bonitas! ¿Desea la señora que las lleve al gabinete, que está mejor alumbrado?

Sin estorbo alguno, con igual seguridad y placidez que antes, proseguimos nuestros coloquios nocturnos a la reja. Yo estaba algunas veces inquieto, sin embargo, imaginando que la hora menos pensada una delación del malagueño podría concluir con ellos. Su mismo silencio me daba miedo, haciéndome pensar en terribles asechanzas. Pero Gloria no sentía preocupación alguna.

Os conozco, señor cura, debéis estar inquieto por vuestros pobres, pero tranquilizaos; estos Gallard son muy ricos y os darán mucho dinero. En aquel momento apareció a lo lejos un carruaje envuelto en una nube de polvo. Ahí viene M. de Larnac; conozco sus poneys.

Los puestos de venta llegaban hasta las mismas puertas del Principal; los compradores codeábanse con el centinela, y los dos oficiales de la guardia, con las manos metidas en el capote y las piernas golpeadas por el inquieto sable, paseaban por entre el gentío buscando caras bonitas.

Traía maravillado esto al ingenioso Sánchez y un es no es inquieto, porque ¿cómo acordar estas costumbres metódicas y sedentarias con la existencia azarosa que su amigo había llevado hasta entonces? ¿Cómo no sorprenderse de que un hombre nacido en el arroyo y en lucha constante con la sociedad tuviese tal cuidado de retirarse cuando las gallinas?