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Actualizado: 30 de junio de 2025
En mis manos, cuidadas ahora con el esmero de las manos de una princesa, sentí bullir la comezón y el prurito de hartar a aquel inglés de bofetadas y de arañazos. Pero su corrección, su calma y su serenidad impasible me contuvieron y lo aguanté todo.
Don Sebastián de Morra, núm. 1.096. El Niño de Vallecas, núm. 1.098. El Bobo de Coria, núm. 1,099. Don Juan de Austria, núm. 1.094. Las Hilanderas, núm. 1.061. Las Meninas, núm. 1.062. Retrato de la Reina doña Mariana de Austria, número 1.079. Repetición del anterior, núm. 1.078, Esopo, núm. 1.100. Menipo, núm. 1.101. Don Antonio «El Inglés», núm. 1.097.
Todos los pañuelos de mano de las señoras se pusieron a disposición del herido; todos los neceseres se abrieron. Buscose tafetán inglés, que fue cortado acto continuo, y veinte manecitas tan blancas como bien formadas se ofrecieron a aplicarlo sobre la herida. Todos reían, y la cura adelantaba poco: la operación era difícil.
Del rio de Genero ha despachado A priesa Salvador de Sá Correa, Diciendo, como á Santos ha tomado, El Ingles: que la cosa se provea Allá en el Argentino con cuidado, Que vá nuestro enemigo de pelea: Allega un navichuelo y dá el aviso, Y vuélvese á Genero de improviso. Vereis en Buenos Aires discernirse El caso con diversos pareceres, Procura cada cual escabullirse, Llevándose consigo sus haberes.
Y mi amigo Reginaldo, rubio, de piernas largas y seis pies de alto, el tipo perfecto del inglés muscular y flexible, aun cuando estaba dedicado al comercio de frivolidades y monadas femeninas, se calló lanzando un sordo gruñido de disgusto, y encendió cuidadosamente un nuevo cigarro.
A pesar de este regaño, al salir iban a casa de Pla con ánimo de no comprar más que dos libras de pasas de Corinto para hacer un pastel inglés, y la señora se iba enredando, enredando, hasta dejarse en la tienda obra de ochocientos o novecientos reales.
Había siempre en las tiendas de antaño un olor inextinguible a tripe, porque nunca faltaban cuatro o seis grandes cilindros de tripe inglés formados a la entrada de la casa que, a su calidad de mercadería de fondo, reunían la ventaja accesoria de servir de poyos para sentarse, a los tertulianos habituales del establecimiento.
Gentleman dijo en un inglés tan perfecto como el del profesor , yo pertenezco á su servidumbre, y creo que de todos los presentes soy el único que conoce su idioma. No sé dónde está el doctor Flimnap; también me extraña su tardanza. Pero si el gentleman desea algo, aquí estoy para traducir sus deseos.
Triste cosa es dejarse matar, manque sea de mentirijiyas... Yo le diré que me pongo en guardia, luego hablaré inglés así: «Pliquis miquis...», y después daré un berrido, cétera, cétera... Haz todo lo posible por imitar mis modales y mi voz le dijo lord Gray. Descuide miloro. Uno de los presentes acercose al otro grupo y dijo en voz alta: Su excelencia lord Gray, duque de Gray, está dispuesto.
Pero se sintió repelido por esta penumbra olorosa de cueva abierta moteada de luces, y siguió adelante, aspirando con delicia el aire libre. ¡Oh, lady!... ¡Buenos días! Una mano de mujer, descarnada y larga, estrechó la suya con una rudeza varonil. El sol hacía brillar los botones dorados sobre el paño color kaki de un uniforme de soldado inglés.
Palabra del Dia
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