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Actualizado: 17 de mayo de 2025
El Demonio Mayor anda por las ferias y las vendimias, y las procesiones, con la apariencia de una moza garrida, tentando a los hombres. Frailes y vinculeros son los más tentados. ¡Ay, hermano, cuántas veces habremos estado con una moza bajo las viñas sin cuidar que era el Demonio Mayor de los Infiernos!
»Yo decía: «Sí, Dios mío, me marcharé con él, me marcharé». Momentos de alegría loca sucedían a otros de tristeza más negra que el purgatorio. Glorias e infiernos se sucedían rápidamente unos tras otros dentro de mi pecho. Dudaba, deseaba y temía, hasta que un día dije: «Sé que me condenaré, pero no me importa condenarme...», y después me ponía a llorar pensando en la deshonra de mi familia.
La leyenda popular cuenta que el diablo, en la época de la fundacion, juró que jamas dejaría terminar la basílica, ni conocer el nombre del arquitecto que concibió y trazó su plan, y eso en venganza de cierta pilatuna jesuitica que diz que le jugaron el obispo y los canónigos á Su Majestad Calientísima el rey de los infiernos.
Comencé a pensar que Ti-Chin-Fú tendría, sin duda, una numerosa familia, nietos y biznietos, que, despojados de sus riquezas, mientras yo me comía lo suyo en vajilla de Sévres, con una pompa de Sultán perdulario, atravesarían en China todos los infiernos tradicionales de la miseria humana, los días sin arroz, el cuerpo sin agasajos, la hermosura negada, el suelo cenagoso de la calle por lecho.
Este es tu mejor apoyo... Zoroastro recomienda a las persas el matrimonio como la obra más meritoria y declara que la joven que rehusase casarse irá a los infiernos hasta la resurrección, aunque haya hecho buenas acciones. Lo de los infiernos es acaso excesivo dijo la abuela con malicia, pero opino que haga una temporada de purgatorio...
¿Qué sangre ni qué fuente dices, enemigo de Dios y de sus santos? -dijo el ventero-. ¿No vees, ladrón, que la sangre y la fuente no es otra cosa que estos cueros que aquí están horadados y el vino tinto que nada en este aposento, que nadando vea yo el alma en los infiernos de quien los horadó? -No sé nada -respondió Sancho-; sólo sé que vendré a ser tan desdichado que, por no hallar esta cabeza, se me ha de deshacer mi condado como la sal en el agua.
Señor, la fábrica está a sesenta leguas; hay que hacer los moldes, y luego el papel, y luego secarlo, y si llueve... y luego, traerlo... y el ordinario echa quince días o veinte... y... ¿No hay quien le eche a usted a los infiernos? grito desesperado. ¡País de obstáculos!
En los males imaginarios, el empresario del remedio es, por supuesto, el más entusiasta y el más infatigable propagandista del peligro: cada cual se preocupa de hacer creer en la realidad del infierno de que puede sacar penados, siendo al mismo tiempo el más ardoroso negador de la existencia de los otros infiernos de que sacan otros especialistas.
Luego, cuando nuestro estado moral se hacía completamente lamentable, bajaba con nosotros con aire radioso a los infiernos, y nos hacía palpar los suplicios que merecían las almas manchadas por el pecado; tras de lo cual, pasando por un atrevido giro de frase a menos horribles ideas, emergía poco a poco de las regiones infernales, permanecía algunos instantes sobre la tierra, nos depositaba tranquilamente en el cielo, y descendía del púlpito, con el paso triunfal de un conquistador que acaba de cortar algún nudo gordiano.
Es la mejor hora: Esteban está en el coro y tú tendrás tiempo para arreglar esto... Tres días he pasado allá. ¡Ay, Gabriel, hijo mío! ¡Qué cosas he visto! ¡En qué lugar estaba esa pobre chica! ¡Qué infiernos hay para las pobres mujeres! ¡Y aún dicen que somos cristianos! ¡Un demonio es lo que somos...! Gracias que yo tengo mis conocimientos en la corte: gentes de campanillas que han estado en la catedral y se acuerdan de la jardinera.
Palabra del Dia
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