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Actualizado: 17 de junio de 2025


Con estas precauciones ¡ay!, no habrá quien levante el gallo». ¿A Canarias? ¡A los quintos infiernos! exclamó la Pipaón con júbilo . Eso me gusta; que los pongan lejos, y se acabaron los sustos. Que conspiren ahora. ¿Y también al infante me le dan aire...? Voy a decírselo a Bringas, que esto para él es oro molido. «Bien, bien, bien. Eso es gobernar.

Únicamente cree en Dios y le teme en la hora de la suprema cobardía, cuando la muerte le abre la obscuridad sin fondo de la nada, y él, en su orgullo de bestia racional, se subleva contra la completa supresión de su ser. Quiere que su alma sea inmortal, y acepta las fantasías religiosas de cielos e infiernos.

Como cándido joven, me creía un gran héroe por haber realizado el pequeño descenso á los «infiernos», á unos treinta metros de profundidad, y buscaba en mi cabeza algunas rimas para el poeta que se aventura á bajar al fondo de un abismo para sorprender la sonrisa de una ninfa encantada, mientras olvidaba á los verdaderos héroes, que, sin recitar jamás versos por sus frecuentes entrevistas con las divinidades subterráneas, se relacionan con ellas durante días y semanas enteros.

Esforzose en experimentar inmenso desahogo; esforzose en pensar con alegría que los ojos terribles de la sarracena habían chirriado en las llamas; que su carne maldita era ahora ardiente despojo cayendo a pedazos en la hoguera; que su misterioso poder y sus hechizos diabólicos se habían hundido con su alma en la negrura de los infiernos; y sintiendo correr las lágrimas por su rostro, postrose de rodillas entre los pies de la muchedumbre, exclamando con fuerza: ¡Oh, santa, santa Inquisición, tu justicia me redime, tu hoguera me salva!

Se fué agrandando, y un arroyo rojo obscuro, como de sangre de toro, corrió por la tierra con un chisporroteo ruidoso. ¿Eso es el hierro? preguntó Aresti. No: es escoria. El hierro vendrá después. El médico respiraba con dificultad. La tarde de primavera era calurosa. Al lado de aquellos infiernos de la industria, la vida era imposible.

Y de esto que proclamo ¡oh, pueblo! no te asombres; conos de cumbres, horror de los infiernos, los volcanes, los reyes, los gobiernos, son para la vida universal que yo amo y no para matar razas y hombres.

El vulgo creyó esta fábula y se puso á buscar la «Fuente la Juventudesperando encontrarla, no en la entrada de los infiernos, como la laguna Estigia, sino al contrario, en un paraíso terrestre, en medio de flores y verdura, bajo una primavera eterna.

Si antes no descubren la substitución indiqué. ¡Y si la descubren, yo me encargo de mandar a Miguel el Negro a los profundos infiernos antes de que me toque el turno, como hay Dios! exclamó Sarto. Siéntese usted en esa silla, joven.

Lo decía con tal expresión de ingenuidad, que Jacinta sintió grande alegría. «, hija, no aguanto más. Que se vaya con su constancia a los quintos infiernos». ¿Y si da en perseguirte? Seré capaz hasta de recurrir a la policía. ¿De modo que no vuelves más a esa casa?... Di que no vuelves, dime que no la quieres. ¡Bah! Demasiado lo sabes. No volveré más que a despedirme. No; escríbele una carta.

La vi enternecerse; los ojos se le arrasaron de lágrimas, y exclamó, queriendo reprimir los sollozos con un esfuerzo: A mi madre la quiero con toda mi alma, y la perdono... Está embaucada... Si no lo estuviera, no haría conmigo lo que ha hecho... ¡Pero a ese tío brujo, que ha de arder en los infiernos, nadie le corta el pescuezo más que yo!

Palabra del Dia

vorsado

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