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Enterada la tía, apoyó la misma idea respecto a Fortunata, diciéndole: «Hijo, todos nos tenemos que morir. No te asombres de que le haya tocado a ella la china antes que a ti. Si Dios se la ha querido llevar, ¿qué quieres que hagamos?, conformarnos, mandar decirle sus misas correspondientes... y yo te aseguro que ya lleva dichas más de cuatro, y consolarnos poco a poco, como podamos».

Y de esto que proclamo ¡oh, pueblo! no te asombres; conos de cumbres, horror de los infiernos, los volcanes, los reyes, los gobiernos, son para la vida universal que yo amo y no para matar razas y hombres.

Y porque esta verdad que digo, apures, Entra conmigo en mi galera, y mira Cosas con que te asombres y asegures. Yo, aunque pense que todo era mentira, Entré con él en la galera hermosa, Y vi lo que pensar en ello admira. De la quilla á la gavia, ó estraña cosa! Toda de versos era fabricada, Sin que se entremetiese alguna prosa.

Pero las flores, muchísimo menos amorosas Que esas santas llamadas las madres de los hombres, De la gentil chiquilla y su beldad celosas Acordaron matarla, señor, aunque te asombres. Que a veces la flor mata, como matan las leyes, Así sean las víctimas diosas o hijas de reyes, Así el verdugo luego grite arrepentimiento.

En la primera se dice así: «No creo en hechicerías, Que todas son vanidades: Quien concierta voluntades Son méritos y porfías.» Y en la última se lee la siguiente: «Pues, Tacón, así son toda; Y no que tengan te asombres Con los necios opinión, Porque las brujas lo son Porque son tontos los hombresJovellanos, Memorias sobre las diversiones públicas, pág. 36.

No te asombres, hija, que bien conocerás por lo que voy a decirte que mi cabeza está buena, tan buena como nunca lo estuvo. Qué, ¿no lo crees?». Fortunata no sabía si creerlo o no. Su miedo no se había extinguido, y esperaba que tras aquellas palabras tranquilas, vinieran otras airadas y sin pies ni cabeza. No dijo nada, y siguió protegiendo a su hijo, en actitud de defenderle al primer ataque.

D. ENR. Dejad las azagayas. SANCHO. A la pared, Pelayo, las arrima. PELAYO. Con pie derecho vayas. SANCHO. ¿Cuál es el Rey, señor? D. ENR. Aquel que arrima, La mano agora al pecho. SANCHO. Bien puede, de sus obras satisfecho. Pelayo, no te asombres. PELAYO. Mucho tienen los reyes del invierno Que hacen temblar los hombres. SANCHO. Señor... REY. Habla, sosiega.

Pero no creas, todavía hay algo en que no perderé nunca, algo de nobleza, aunque me esté mal el decirlo... Mira , chavó, qué quieres..., el aire hace a la persona. He vivido tres meses entre perros de presa. No te asombres de que muerda alguna vez... , esa voz, esas expresiones, ese acentillo andaluz... Dime, ¿qué es lo que te queda de nobleza?