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Actualizado: 17 de junio de 2025
Mas reponiéndose y haciéndole frente, como si también la figura hacia él caminase, se encaró con ella, amenazando con su semblante plano el pintado rostro del Rey, y le dirigió estas arrogantes palabras 16: ¿Qué tal le va a Vuestra Majestad en los Infiernos?... ¡Ah! Perfectamente sin duda. Vuestra Majestad lo ha querido. ¿Qué tal saben los tizonazos?
El criminal, perdido ya sin remedio, sucumbe poco después en un combate, y el drama termina con el espectáculo que ofrece su alma, cercada de llamas, en su viaje á los infiernos. Si Tirso de Molina no hubiese escrito otra obra, sólo por lo patético, y el ingenio que distingue á ésta, no se le podría negar con justicia el nombre de gran poeta.
Habíanselo pintado como asiento de todo error, cuando no es sino el campo de la batalla librada por el bien y el mal; de modo que al sentir herida la imaginación buscó refugio a sus dolores en la contemplación de una figura que, cruzando por su pensamiento, semejó la imagen del consuelo bajando a los infiernos del alma.
Y por Dios que no gastó pocas horas en encontrarla, porque ya no vivía en Santa Casilda, sino en los quintos infiernos, o sea en la carretera de Toledo, a mano izquierda del Puente. Allí la encontró después de enfadosas pesquisas, dando vueltas y rodeos por aquellos extraviados caseríos.
«El mendigo de la pierna se irá al Cielo derechito, con su muleta, y muchos de los ricos que andan por ahí en carretela, irán tan muellemente en ella a pasearse por los infiernos. Yo le pido a Dios que me dé la más asquerosa de las enfermedades, y... no me quiere hacer caso; siempre tan sana. Paciencia;
Que si en Tiro y en Sidón hubieran sido hechas las virtudes que se han hecho en vosotras, hace ya días que, sentados en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido. 14 Por tanto, Tiro y Sidón tendrán más remisión que vosotras en el juicio. 15 Y tú, Capernaum, que hasta los cielos estás levantada, hasta los infiernos serás abajada.
Y así pasan años como eternidades, y así se forman almas y caracteres que son verdaderos abismos de disimulo, verdaderos infiernos de pasión reconcentrada, ó verdaderos eriales de ilusiones desvanecidas.
Reyes había leído la Odisea en castellano y recordaba la interesante visita de Ulises a los infiernos; aquella vida opaca, subterránea del Erebo, donde opinaba él que tanto debían de aburrirse las almas de los que fueron, se le representaba ahora al ver a los tristes cómicos, silenciosos y vagabundos, cruzar el escenario oscuro, como espectros.
Silbó la locomotora, pequeña como un juguete, salió á toda velocidad por debajo de los cobertizos inmediatos, arrastrando el enorme tanque, en cuyos bordes se agitaba el líquido rojo, siguiendo el traqueteo de las ruedas. Aresti, casi cegado por tanto resplandor, tomó la mano del ingeniero. ¡Guíame, Virgilio! dijo riendo. Yo voy como el poeta de los infiernos: cuida de que no nos quememos.
A muertos y a idos.... ¡Hermano de mi alma, que por ella se ha condenado; que está en los profundos infiernos por culpa de esta mal nacida!...
Palabra del Dia
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