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Actualizado: 3 de julio de 2025


Todo su cuerpo inclinado hacia atrás obedecía a palpitaciones irresistibles, y cada inspiración de su pecho comunicándose de su asiento a mi brazo me imprimía un movimiento convulsivo en todo parecido al de mi propia vida.

El aire era tibio y embalsamado, el cielo puro, el mar magnífico; y, sin el ligero balanceo que el oleaje imprimía al barco, se hubiera podido creer que se estaba en tierra. Sentado sobre un rico diván, Carlos sonreía a su esposa, que aun tenía una guitarra en la mano. ¡Bravo, bravo, Anita mía! exclamó él , jamás se ha cantado mejor el amor. Es que jamás se ha experimentado mejor, ángel mío.

En los asientos del centro, entre varias fiambreras, cajas y piezas de una pequeña tienda de campaña desarmada, iban Kate, la doncella inglesa de la condesa de Albornoz; Fritz, su lacayo prusiano, y Tom Sickles, su famoso cochero, que sin perder su flema inglesa miraba de cuando en cuando con inquietud las evoluciones no del todo diestras que imprimía al fogoso tiro la débil manecita de su ilustre dueña.

No se cansaron de admirar su complicado rodaje, la singular precisión de sus movimientos, y la pasmosa velocidad con que imprimía el periódico, pues no bajaban de doscientos los ejemplares que dejaba enteramente concluídos en una hora.

El marcador de la Aduana lo imprimía, con un patrón y pintura negra, en los sacos de pimienta, en las cajas de tabacos, en las pacas de todas las mercancías sujetas á derechos, como testimonio de que estos artículos habían pagado el impuesto y pasado por la Aduana. Llevado en tan extraño vehículo de la fama, iba mi nombre á donde jamás había llegado antes, y á donde espero que nunca irá de nuevo.

El semblante del mayordomo expresaba una melancolía grave y profunda que su pareja no echaba de ver, á juzgar por el tono indiferente que imprimía á las palabras que de vez en cuando cruzaba con él. Pocas eran las que habían salido de los labios de Pedro en la media hora que llevaban de camino.

Tenía puesto un traje de lanilla gris liso y muy ceñido; la respiración pausada y tranquila imprimía a su hermoso pecho un movimiento regular, y un rizo sedoso y negro, escapado de entre las horquillas, le ocultaba parte de la frente.

»Intentaron darle vueltas a este tema; pero yo imprimía a la conversación otro giro; me apenaba mucho su inocente hipocresía. »Comuniqué a Amaury lo que tenía que decirle; mi misión diplomática obtenida para él, y la idea de hacer que este viaje de recreo fuese de provechosa utilidad a su carrera.

Para , Pereda es, antes que toda otra cosa, el compañero y el amigo de mi infancia, el Pereda de las Escenas, el que en 1864 imprimía en La Abeja Montañesa los diálogos del Raquero, el Pereda sin transcendentalismos, ni filosofías, ni políticas; pintor insuperable de las tejidas nieblas de nuestras costas; de la tormenta que se rompe en las hoces; del alborozo de los prados después de la lluvia; de la vuelta de las cabañas desde los puertos; de la triste partida del mozo que va a Indias; de la entrada triunfal y ostentosa del jándalo; de la alegría del hogar en Nochebuena, amenizada por el estudiante de Corbán; de los supersticiosos terrores que vagan en torno de la pobre Rámila, y la traen a miserable muerte; de la salvaje independencia de los antiguos pobladores de la calle Alta y del Muelle de las Naos, últimos degenerados retoños de los que en la Edad Media daban caza a los balleneros ingleses en los mares del Norte, y ajustaban tratados de paz y de comercio con sus reyes; y finalmente, de la casa solariega próxima a desplomarse, y apuntalada, si acaso, por los dineros del indiano; y del concejo de la aldea, donde a duras penas vegeta algún rastro de las antiguas costumbres municipales.

Las virtudes cristianas florecían en ella como rosas místicas henchidas de fragancia, y uno por uno, con la impaciencia y ardor que imprimía a todas sus acciones, iba subiendo los peldaños de la escala de perfección que conduce al cielo.

Palabra del Dia

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