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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Preguntome qué especie de vida hacía yo, y si estaba contento con ella. Por mi parte pronto hube despachado: a lo primero le contesté: Soy periodista; paso la mayor parte del tiempo, como todo escritor público, en escribir lo que no pienso y en hacer creer a los demás lo que no creo. ¡Cómo sólo se puede escribir alabando!
El último sentimiento que aun conservé un instante fue el de que Magdalena estaba en salvo, y me desplomé sobre el suelo. Allí mismo me recobré una o dos horas después, ya de noche, con el recuerdo incoherente de una escena espantosa. La campana anunciaba que la comida estaba pronta y hube de bajar. Me movía, tenía las piernas libres, pero me parecía como si hubiera recibido un golpe en la cabeza.
Traté de excusarme, porque me parecía demasiada confianza para el primer día; pero ante la insistencia afectuosa del padre y la hija, hube de rendirme. Mientras nos avisaban, continuamos conversando. El conde me pidió permiso para arreglarse en mi presencia. Hablamos de caballos y toros. Era peritísimo en estos asuntos, y daba gusto escucharle.
Á la vuelta del restaurant de las Columnas, entrados ya en nuestra calle, hube de decir algo á mi compañera sobre la aventura del amigo; mi mujer se para repentinamente, me echa una ojeada terrible, suelta su brazo del mio, se cubre la cara con ambas manos, y arranca á llorar; pero un llorar que no podia contener, un llorar sin consuelo.
El cielo continuaba obscureciéndose y el chispear de la nieve espesando. Me gustó el síntoma. Mi tío, aunque entre amagos continuos de la tos, parecía más sosegado, y dormitaba. Facia, sentada lejos de él y atenta a cuanto pudiera ocurrirle, después que yo hube contemplado al enfermo acercándome de puntillas a su cama, me dijo con la mirada: Bien va eso, ¿eh?
Hube de buscar el cuarto, y éste fue un fraile de la Merced, que las mujercillas que digo me encaminaron, al cual ellas le llamaban pariente: gran enemigo del coro y de comer en el convento, perdido por andar fuera, amicísimo de negocios seglares y visitar, tanto que pienso que rompía él más zapatos que todo el convento.
La causa de haber interrumpido por tanto tiempo este diario, ha sido porque el día 18 de agosto hube de guardar cama a consecuencia de haber dado a luz una niña, la cual estoy criando yo misma del mismo modo que hice con sus hermanos. Ha venido mi hermana para asistirme. Hemos establecido en casa la costumbre de rezar todos juntos, amos y criados.
Todo por mi parte fue empeño vano. Lucía persistió en no ser esposa sino de Cristo, y fue tan resuelto su propósito que no pude atajar los primeros pasos que quiso dar para lograrle, y, harto a despecho mío, hube de consentir en que se volviese al convento. Sobre lo que tengo que contarte ahora, voy a pasar con rapidez como sobre ascuas. Aun así me quemará la sangre el recordarlo.
Después que los liberales le hicieron Provisor da Astorga, está en poder del demonio. Hube de caerme muerta cuando el día de la fiesta de la Virgen de la Leche y Buen Parto le oí decir en San Luis que era preciso reconciliarnos con los que habían trastornado á nuestra patria. ¿Cómo puede haber llegado á ese extremo de perversión una persona ten docta como el padre Lorenzo de Soto?
Me las hube con los súbditos del rey de Castilla en el mar, cuando su flota vino á retarnos en Chelsea, y allí tuvimos con ellos un zafarrancho de mil demonios, en el que participaron ochenta naves inglesas y españolas. Y ahora que he contestado á tus preguntas, mocito, voy á hacerte una proposición.
Palabra del Dia
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