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Actualizado: 4 de junio de 2025
Y... ¡Hola! exclamaron unos y otros acercándose y aprestándose á escuchar. Los proyectos de don Custodio eran famosos como los específicos de los curanderos.
Todo esto lo vimos, apiñados en el umbral detrás del conductor y del correo. ¡Hola! ¿Dónde está Magdalena? dijo Yuba-Bill, al misterioso solitario. Aquella figura no habló ni se movió. El cochero se acercó furiosamente a ella, dirigiendo sobre su rostro el ojo de la linterna que llevaba en la mano.
Meñique levantó la cabeza y vio los dos cubos, que eran como dos tanques, de diez pies de alto, y seis pies de un borde a otro. Más fácil le era a Meñique ahogarse en aquellos cubos que cargarlos. ¡Hola! dijo el gigante, abriendo la boca terrible; a la primera ya estás vencido. Haz lo que yo hago, amigo, y cárgame el agua. ¿Y para qué la he de cargar? dijo Meñique.
Cuando Fernanda entró en el gabinete alzó los ojos y clavó en ella una mirada penetrante que la abrazó de la cabeza a los pies. Ni la hermosura ni el porte, singularmente elegante, de la joven debieron dejarle satisfecho, porque la convirtió inmediatamente a los naipes y exclamó con insolente protección: ¡Hola, pequeña! ¿Eres tú? ¿Cuándo has llegado?
Hace cuarenta y ocho horas que estoy pagando y yendo y viniendo dijo Montiño sacando la bolsa con ese trabajo peculiar á los miserables, y escurriendo de ella un escudo. ¡Hola, tabernero, cobráos! Falta aquí; se han comido vuestras mercedes tres libras de carne dijo el tabernero. Y aunque eso sea, ¿á cómo va la carne en el mercado? Falta, señor, falta...
Roger se quitó la gorra reverentemente, pero el pechero apoyó ambas manos sobre su bastón y miró con expresión nada amistosa al grupo de caballeros que seguían al rey. ¡Hola! exclamó Eduardo deteniendo su caballo en medio del camino y mirando á Roger y su compañero. ¡Le cerf! ¿Est-il passé? ¿Non? Ici, Brocas, tu parles l'anglais.
¡Hola, querido Martín! le dijo. ¡Hola! ¡Buenos días! ¿Va usted a echar un vistazo por este viejo barrio? Sí. Pues iré con usted. Tomaron por la Rua Mayor, la calle principal del pueblo antiguo. A un lado y a otro se levantaban hermosas casas de piedra amarilla, con escudos y figuras tallados. Luego, terminada la Rua, siguieron por la calle de Curtidores.
Impresionó penosamente a la compasiva Jacinta aquella estampa de miseria en traje de persona decente, y más lástima tuvo cuando le vio saludar con urbanidad y sin encogimiento, como hombre muy hecho al trato social. «Hola, Sr. de Ido... ¡cuánto gusto de verle! le dijo Santa Cruz con fingida seriedad . Siéntese, y dígame qué le trae por aquí». Con permiso... ¿Quiere usted Mujeres célebres?
Así mismo me enseñó mi padre y seis días de la semana tenía que aguantarme en esa posición lo menos una hora por día, sosteniendo á brazo tendido el pesado bastón herrado de mi padre, hasta que el brazo me parecía de plomo. ¡Hola, bribonzuelos! ¿cuánto os falta todavía? Hasta que el sol salga por encima de aquel roble más alto y nos haga cerrar los ojos, contestó el mayor.
¡Suelta, suelta! respondió él haciendo un movimiento brusco y zafándose de su mano. Y con paso vivo se dirigió al despacho, dejando a Clara acongojada. García leía ya atentamente por un libro a la luz del quinqué. ¡Hola, amigo! profirió Tristán con una voz tan extraña que García levantó la cabeza sorprendido. ¿Cómo estamos, amigo? siguió con la misma inflexión de voz y acercándose a la mesa.
Palabra del Dia
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