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A los aullidos del perro no tarda en presentarse algun caiman, mostrando primeramente sobre el agua las órbitas salientes de sus ojos y la estremidad del hocico: permanece desde luego algunos instantes en observacion, y con la vista clavada en su presa; en seguida se zambulle para reaparecer sobre la orilla, donde se arrastra lentamente hácia el pobre perro, que, magnetizado por tan terrible enemigo, queda sin movimiento, algunas veces tiembla, otras, en fin, hace los mas violentos esfuerzos para romper las cuerdas que lo sugetan, y escapar á la horrenda boca que se abre para tragarlo.

Vi presentarse luego en la ventana abierta un enorme perro de Terranova, que puso sobre la barra de apoyo su hocico leonino entre sus dos velludas patas: un instante después apareció una joven de elevada estatura y seria fisonomía, cuyo rostro, un poco bronceado, estaba rodeado de una masa espesa de cabellos negros y lustrosos.

Avanzó una mano hasta tocar su hocico babeante, y el animal no hizo movimiento alguno. Entonces atreviose a algo que sumió al público en un silencio palpitante.

Si tropieza, si cae, han acabado sus días. Pero, en medio del desfiladero, Yégof se volvió, sentose en una piedra, y los cinco lobos, alrededor de él, con el hocico levantado, se sentaron también en la nieve. Entonces sucedió algo verdaderamente estupendo: el loco, alzando el cetro, comenzó a hablarles, llamándolos por su nombres. Los lobos respondían con lúgubres lamentos.

Estos feroces animales, sentados sobre témpanos de hielo, con el puntiagudo hocico entre las patas y el hambre mordiendo las entrañas, se llamaban unos a otros del Grosmann al Donon, con gemidos semejantes a los del viento. Más de un montañés sentía, al oírlos, que se le helaba la sangre: «Son cantos fúnebres pensaban ; es la Muerte que olfatea la batalla y nos llama

Había llegado el momento del peligro, y Ratón Pérez, despacito, haciendo vibrar suavemente la punta del rabo, asomó poquito á poco el hocico por aquel temeroso boquete: observó un segundo, retrocedió dos pasos, tornó á avanzar lentamente, y de improviso, agarrando al rey Buby por la mano, lanzóse con la rapidez de una flecha por el agujero, atravesó como una exhalación una extensa cocina, y desapareció por otro agujero que frente por frente había, detrás del fogón.

Tornó á brotar la llama con más fuerza y esta vez se detuvo algún tiempo en el hocico del zorro, que lanzó un chillido áspero, ridículo. El Canelo comenzó á ladrar furiosamente y fué necesario que su amo le diese un par de puntapiés para hacerle callar. Los espectadores acogieron con algazara el chillido del animal. El conde no hizo más que sonreir.

Tambien hay en este mar peces espadas, que tienen en el hocico un hueso á modo de cuchillo; peces sierras, que le tienen á modo de sierra, y otros de varios géneros muy grandes. P. Simon Vasconcelos, en la Noticia del Brasil, lib 2, núm. 6, fol. 39, y le describe en la Historia de la Compañia de Jesus, de la misma provincia, lib 3, núm. 65 y siguientes. Del rio llamado Janero.

325 Que en puertiando la primera, ya la siguen los demás, y en montones las de atrás contra los palos se estrellan, y saltan y se atropellan sin que se corten jamás. 326 Y aunque yo por mi inorancia con gran trabajo me esplico, cuando llego a abrir el pico, tengaló por cosa cierta, sale un verso y en la puerta ya asoma el otro el hocico.

¡Hola, feo! ¿Con que estamos de mal humor? dijo tranquilamente el barón, cruzando por dos veces con su pañuelo de seda el hocico del oso. El animal, sorprendido, le miró un momento, cayó sobre las cuatro patas y gruñó de nuevo, mirando á derecha é izquierda como sin saber qué resolución tomar, mientras el barón, á dos pasos, lo contemplaba con curiosidad, guiñando sus irritados ojillos.