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Actualizado: 21 de junio de 2025


Era un desfile de ojos bondadosos empañados y amarillentos; de pescuezos flácidos a los cuales se agarraban sanguinarias las moscas hinchadas y verdosas; de caras huesudas por cuyo pelaje trepaban insectos; de flancos angulosos con mechones retorcidos como si fuesen lanas; de pechos angostos agitados por relinchos cavernosos; de patas débiles que parecían próximas a troncharse a cada paso, cubiertas de largo pelo hasta los cascos, como si llevasen pantalones.

Estaba blanca y delicada como un copo de nieve; azules e hinchadas venas surcaban su enflaquecido cuello, y su frente, de una blancura tan transparente que parecía que una luz lo iluminara interiormente, estaba cubierta de gotas de sudor.

Y la muchedumbre se fue acercando, aunque lentamente, a la tropa como un océano de olas hinchadas y amenazadoras, y hubiera dado buena cuenta de don Mariano y los presos a no haber impedido el teniente tal acto de barbarie, gritando con voz entera: Compañía..., preparen..., ¡ar...! Entonces las olas hinchadas se deshincharon como por ensalmo.

Deseaba ver al señor Antonio Matacardillos, el dueño del ventorro del Grajo, situado en la carretera, cerca del cortijo; un bravo que de joven le había seguido en todas sus aventuras revolucionarias. Estaba enfermo del corazón, con las piernas hinchadas, casi imposibilitado de moverse, no pudiendo llegar a la puerta de su choza más que entre ayes y tropezones.

No bien habia partido, cuando llega una pobre señora con dos criaturas. Tiene los labios entreabiertos, la boca seca; los ojos dilatados; la frente sudosa é hinchadas las narices, efecto de cansancio. La infeliz madre, al mirar que el vapor se alejaba, se quedó inmóvil, con un niño en los brazos y el otro cogido de la mano, sin saber lo que la pasaba. Es seguro que tenia el aliento suspendido.

En segundo lugar coloco yo las imaginaciones hinchadas, y llamo así aquellas que se llenan de muchas imágenes, ó ya se adquieran y recojan con la aplicacion, ó ya naturalmente sea dispuesta la fantasía á formarlas.

Su cofia alba, cuyas cintas estaban sólidamente atadas bajo su carnosa barba, se inclinaba un poco sobre la oreja izquierda, y su rudo y áspero rostro de viejo dragón, de facciones ligeramente hinchadas como se ve en las mujeres de edad que beben de buen grado un trago de coñac en la copa de sus maridos, brillaba lleno de energía y de decisión en su marco de encajes.

Estando en estas pláticas, quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bojiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas; el cual moharracho, llegándose a don Quijote, comenzó a esgrimir el palo y a sacudir el suelo con las vejigas, y a dar grandes saltos, sonando los cascabeles, cuya mala visión así alborotó a Rocinante, que, sin ser poderoso a detenerle don Quijote, tomando el freno entre los dientes, dio a correr por el campo con más ligereza que jamás prometieron los huesos de su notomía.

Falta en ellas por completo la delicada veladura de sus detalles, y las transiciones poéticas; su diálogo es poco flexible y nos ofrecen en confuso desorden lo ordinario, común y trivial, al lado de lo patético, y rasgos de mal gusto envueltos en hinchadas estrofas.

Aquello era toda su fortuna, el nido que cobijaba a lo más amado: su mujer, los tres chiquillos, el par de viejos rocines, fieles compañeros en la diaria batalla por el pan, y la vaca blanca y sonrosada que iba todas las mañanas por las calles de la ciudad despertando a la gente con su triste cencerreo y dejándose sacar unos seis reales de sus ubres siempre hinchadas.

Palabra del Dia

irrascible

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