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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Es de noche: un hombre viejo y enfermo está solo en un gabinete. La tos le desgarra el pecho, tiene las piernas hinchadas por la gota, el estómago roído de dolores, y para que el sufrimiento sea completo, conserva el cerebro despierto y sano.

Fuerza fue esperar pacientemente el turno de bultos rotulados A. M., frente al gran mostrador, donde se alineaba respetable fila de maletas, cajas y cajones de toda especie que iban trayendo a hombros los mozos de la estación, agobiados, hinchadas las venas del cuello.

Feli, envuelta en su mantoncillo, cubierta la cabeza con un pañuelo que formaba visera sobre sus ojos, avanzaba con torpe paso apoyándose en su amante. Sus piernas hinchadas apenas podían moverse; el abdomen monstruoso la atormentaba con peso sofocante. Las largas semanas de inacción en su casucha de las Cambroneras habían entorpecido los resortes de su movilidad.

Por la mañana levantábase agotado, cansado, con las piernas hinchadas y un dolor horrible en todo el cuerpo, y tosía terriblemente durante horas y horas. ¡Qué! ¿Cómo se encuentra usted hoy? le preguntaba el doctor, sentándose a su lado en la cama. Pomerantzev, esforzándose en contener la tos, respondía: Me encuentro admirablemente. ¡Nunca me he sentido tan bien!

En el mismo instante, Martín, saltando fuera del molino, con las venas de la frente hinchadas y los puños apretados, cogió a su hermano por la garganta y se la apretó con tanta fuerza que la criatura se puso lívida. La madre, acudió entonces lanzando un horrible grito: ¡Acuérdate de Fritz! exclamó alzando las manos con un ademán de loca angustia.

La frente, blanca como un jazmín, los rosados pómulos, la redonda barbilla, los labios entreabiertos que daban paso al hálito suave, dejando ver los nacarinos dientes, brillaban al tocarlos la fuerte y cruda claridad; la cabeza la sostenía con un brazo, al modo de las bacantes antiguas, y su mano resaltaba entre las obscuridades del cabello, mientras la otra pendía, en el abandono del sueño, descalza de guante también, luciendo en el dedo meñique la alianza, y un poco hinchadas las venas, porque la postura agolpaba allí la sangre.

Hemos visto en Cádiz al sol sumergiéndose en las aguas del Océano con una aureola de tinieblas; hemos visto á ese mismo Océano invadiendo silenciosamente la playa y retirando despues con una calma aterradora sus hinchadas olas; hemos visto esas olas, altas como montes, arrojándose heridas por la luz del rayo sobre los muros de la ciudad sumida en duelo: alli es donde la naturaleza se ostenta con toda la sublimidad de que pudo revestirla su autor al hacerla brotar llena de vida de entre la confusion y el caos, alli es donde se ensancha el corazon, alli es donde la imaginacion cruza el espacio y rasga el velo que oculta á nuestros ojos lo infinito.

Nada existía en el mundo para esta madre, sino su hijo, a cuya cabecera había pasado quince días sin comer, sin dormir, llorando y rezando. La dentición del niño no podía avanzar, por no poder romper las encías hinchadas y doloridas. Su vida peligraba. El duque aconsejó a la afligida madre que consultase a Stein; y, verificado así, el hábil alemán salvó al niño con una incisión en las encías.

El romadizo, el coriza, el estornudo, se manifiestan con una especie de fiebre catarral, con epistaxis algunas veces, que indica sequedad y sobreviene cuando se suena la nariz con fuerza. Los labios están secos, rodeados de una zona rugosa con prurito, y las encías, que están hinchadas, dan sangre al menor frote.

Al fin se decidió la retirada, y por cumbres y barrancas hinchadas de lluvia se fue realizando la triste operación acosados por el enemigo, dejando una estela de muertos y prisioneros. En plena tempestad se embarcaron los que pudieron.

Palabra del Dia

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