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Actualizado: 5 de junio de 2025
Más, si alguno me cuenta tu pasado, con su lengua traidora cual la hiedra, le diré: "Si estás limpio de pecado sé tu el que arrojes la primera piedra". No llores, pues, mitiga tu quebranto, y enjuga de una vez tu amargo llanto, porque empaña el fulgor de tu mirada. No creas que, aún que muchos te maldicen, también hay labios que tu amor bendicen porque saben que estás regenerada....
Espesa hiedra veo cubrir el cúmulo de escombros que han apilado los pasados años; y veo levantar la enorme piedra del porvenir los esforzados hombros llenos de fé, de propios y de extraños.
No hay en toda ella, ni en cuatro leguas a la redonda, una sola casa señorial; en otro tiempo, en épocas feudales, se alzó, fundado en peñasco vivo, un castillo roquero, hoy ruina comida por la hiedra y habitada por murciélagos y lagartos.
Al cabo el viajero llega delante de la colosal ruina del Castillo, enjambre de muros admirables, casi todos sin techumbre, de torres de diversas formas y estilos, de arcos, columnas, restos de estatuas y esculturas primorosas, curiosidades artísticas é históricas, patios diferentes, puentes destrozados, sótanos profundos, balcones y terrazas y laberintos de construcciones de todo género, abrumados por la exuberante vegetacion de árboles gigantescos, coronados de flotantes pabellones de yedra que parecen como la verde mortaja echada por la naturaleza sobre las maravillas del arte para impedir que el tiempo las devore y pulverice.... Donde quiera se ven asomar por entre el follaje de los árboles cien cabezas de mármol, esculturas ó construcciones atrevidas, y admirables relieves y frescos bajo las manchas de la hiedra invasora, como si quisiesen protestar contra el olvido, en nombre de los artistas que grabaron el sello de su inspiracion en cada baldosa, cada estatua, cada piedra y cada monumento de ese enjambre de monumentos que se llama el Castillo.
Pero al cabo el encono pasa, sobre todo considerando que desde que se ha establecido allí el zapatero, a lo menos está el portal limpio. Una vez admitido, se agarra a la casa como una alga a las rocas; es tan inherente a ella como un balcón a una puerta; pero se parece a la hiedra y a la mujer; abraza para destruir. Es la víbora abrigada en el pecho: es el ratón dentro del queso.
El jardín, encerrado entre tapias almenadas lindantes con la muralla de mar, estremecíase de la mañana a la noche bajo el estrépito de las detonaciones. Huían los pájaros con medroso aleteo; trepaban por los agrietados muros verdosos lagartos, ocultándose entre las capas de hiedra; trotaban los gatos por las avenidas con un galope de terror.
Y por todas partes, entre la hiedra y el musgo, ó entre las flores silvestres y las altas matas con que adornaba Mayo aquellos montones de labrados mármoles, veíamos los escudos de armas de la casa de Oropesa, esculpidos en las piedras que sirvieron de claves ó de capiteles á las arcadas hoy derruídas.
Los bailes campestres germinan y se desarrollan aquí espontáneamente, como la hiedra y los poleos, y viven y se reproducen, á pesar de todos los pesares, y son un artículo veraniego de primera necesidad, un rasgo peculiarísimo que forma parte de nuestro carácter, un detalle de nuestro tipo, como, en concepto de los señores de Madril que nos conocen de oídas, las sardinas, las narrias, los cuévanos y las amas de leche.
La señora, en la primavera y en las tardes y noches de verano, suele estar cosiendo o de tertulia en el patio, cuyos muros se ven cubiertos de un tapiz de verdura. La hiedra, la pasionaría, el jazmín, el limonero, la madreselva, la rosa enredadera y otras plantas trepadoras, tejen ese tapiz con sus hojas entrelazadas y le bordan con sus flores y frutos.
Y este fué el timbre, el sello más glorioso que señaló tu espléndida carrera; rimaste el pensamiento vigoroso con la indomable voluntad austera. Aquí estás ya en lo eterno de la piedra, genio vindicador de nuestra raza. A tu columna, con amor de hiedra, nuestra ferviente admiración se abraza.
Palabra del Dia
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