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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
La hermosa ciudad del Occidente, ceñida, como la diosa de Chipre, de su blanco cinturón de espuma, lanzaba una fresca y alegre carcajada. ¡Oh, feliz el que la haya oído reir de este modo! ¡Más feliz aún el que pueda vivir y morir en su seno amoroso, bañándose en su aire tibio bajo un cielo trasparente, escuchando los besos incesantes de su mar azul que riza la brisa!
No muy lejos observó que una cabecita de mujer estaba vuelta hacia él, y que unos ojos negros le contemplaban sin pestañear; la cabeza era hermosa y delicada como la de una madona, los ojos vivos y alegres.
Era don Fernando marido de doña Luisa Maldonado, señora formal y grave, pero sin duda, su demasiada gravedad y rigor debieron aburrir al marido, caso que no es raro, y puso los ojos en una hermosa y alegre sevillana llamada doña Dorotea Sandoval, unida en el dulce lazo del matrimonio con un sujeto cuyo nombre calla la historia, y por cierto que es gran lástima.
Me repuse de mi sorpresa inmediatamente y sostuve su mirada con toda calma. Pero también me acordé del revólver, pronto a empuñarlo. ¿Qué hubiera sucedido si la hermosa dama hubiese gritado en aquel momento: «¡Ese no es el Rey!»?
Luego que te acostumbres, nuestra vida errante te hará gozar con los peligros de una hazaña; nuestra cueva te parecerá tan hermosa como un palacio; te creerás un héroe, como nos lo creemos nosotros. Si vale raciocinar de esta manera, no hay criterio en el mundo.
De la soledad y del abismo de abyección en que yo caiga, mi alma podrá levantarse hermosa y feliz si la resignación la purifica. Así, y no en virtud de un acto de feroz violencia, podré elevarme hasta lo infinito a que aspiro.
Poco desviados de la ribera, vimos un tálamo en gruesos troncos de sabina sustentado, cubierto de verde juncia, y oloroso con diversas flores, que servían de alcatifas al suelo; vimos ansimismo levantarse de unos asientos dos mujeres y dos hombres, ellas mozas y ellos gallardos mancebos; la una, hermosa sobremanera, y la otra, fea sobremanera; el uno, gallardo y gentil hombre, y el otro, no tanto; y todos cuatro se pusieron de rodillas ante Auristela, y el más gentil hombre dijo: "¡Oh, tú, quienquiera que seas, que no puedes ser sino cosa del cielo!
Es evidente que esa joven corría dos liebres a la vez y que lo reservaba como plato de segunda mesa. Sin embargo, estoy segura de que él la ama todavía... ¡Es tan hermosa y tan seductora!
Se celebró la boda, con la posible solemnidad, en la iglesia de Zaro y luego la fiesta en la casa de Bautista. Hacía todavía frío, y los aldeanos amigos se reunieron en la cocina de la casa, que era grande, hermosa y limpia. En la enorme chimenea redonda se echaron montones de leña, y los invitados cantaron y bebieron hasta bien entrada la noche, al resplandor de las llamas.
Nada existe en la creación que no sirva para algo. ¿Quién te dice a ti que no te crió Dios para grandes fines? ¿Quién te dice que no eres tú...? MÁXIMO. ¿Un alma grande, hermosa, nobilísima, que aún está medio ahogada... entre el serrín y la estopa de una muñeca? MÁXIMO. Sí, chiquilla, sí. Sigo arreglando esto. Los metaloides van a este lado.
Palabra del Dia
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