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Cumplió el mandato escrupulosamente, consagrándose a él de modo que durante algunos días vivió embargado por su hermosa tarea; no salió de sus manos una sola moneda sin que supiera que realmente la necesitaba quien la recibía; se gozó en remediar las pesadumbres, y lo hizo con tal dulzura, desplegando tanta bondad, prodigando con tan divino arte los consuelos, que duplicó el socorro, añadiendo al oro de la duquesa esa otra limosna que sólo se da con el espíritu; quien la recibía de sus manos, quedaba obligado sin humillación y agradecido sin bajeza.

JARIFA. ¿Ha de hablar la mano? ABIND. . Bien podéis, mano querida. Pero mi pregunta es vana Y ella calla en el tormento. A lo menos, en el tiento No sabe a mano de hermana. ¿Que al fin lengua te faltó? Dime, blanca, hermosa mano: ¿Soy su hermano? Digo hermano, Y responde el eco, no. Testigos quiero tomar. JARIFA. ¿Qué testigos?

Nadie con más ahínco y fervoroso celo se ocupó jamás de la salvación de la hermosa mitad del género humano.

En una hermosa tarde de otoño, un temblor de tierra se dejó sentir en la pequeña cuenca del arroyo; las casas se balancearon con gran terror de sus habitantes, y algunas paredes ya agrietadas se derrumbaron con estrépito. El temblor de tierra no tuvo otras funestas consecuencias, pero fué el tema que durante algún tiempo preocupó á los sabios é ignorantes de los pueblos y aldeas.

Estando en esto, el ventero, que estaba a la puerta de la venta, dijo: -Esta que viene es una hermosa tropa de huéspedes: si ellos paran aquí, gaudeamus tenemos. ¿Qué gente es? -dijo Cardenio.

Sintió de pronto dos dolores agudos, como una herida gemela hecha con dos armas a un tiempo: distinguió una tijera enorme que sobre ella se cernía; vio caer al suelo dos alas de paloma blancas y ensangrentadas; y sin ser poderosa a más, cayó ella también, pero de prodigiosa altura; no al suelo del jardín, sino a un precipicio, una sima muy honda, muy honda.... Allá en el fondo ardían dos lucecicas, y la miraban unos ojos compasivos de mujer vestida de blanco.... Ni más ni menos que caía en la gruta de Lourdes... no podía ser otra; estaba tal como la había visto en la iglesia de San Luis en Vichy; hasta la Virgen tenía los mismos rosales, los mismos crisantemos.... ¡ay, qué fresca y hermosa era la gruta, con su manantialillo murmurador!

Fui a ver a esas señoras, y en cuanto se presentó mi hermosa prometida, sentí una impresión de luz como el que sale en pleno día de una cueva, o de un lugar de tinieblas. La pobre Elena, enfermiza e infeliz, me causó una especie de enternecimiento al que contribuyeron el aparato fúnebre y la decoración mística que rodeaban su juventud.

La criada fue al jardín, y se pinchó el dedo por cierto, por querer coger, para un ramo que hizo, una flor muy hermosa. La madre a todo dice que , y se puso el vestido nuevo, y le abrió la jaula al canario.

Como era domingo y hacía una mañana hermosa, la Ribera de Curtidores estaba llena de gente: cada puesto de ropas usadas, trastos viejos, telas, clavos, armas, colillas y herramientas, tenía delante un grupo de gente que vociferaba y bullía, regateando con indescriptible griterío.

Hermosa es la pintura que Alas nos presenta de la juventud de su personaje, la tremenda lucha del coloso por la posición social, elegida erradamente en el terreno levítico, y con él hace gallarda pareja la vigorosa figura de su madre, modelada en arcilla grosera, con formas impresas a puñetazos.