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Actualizado: 22 de julio de 2025


Esto le quitaría sus ilusiones, pero habría que compadecerla más. Las ilusiones son los crisantemos de la vida. Y después de este pensamiento, muy poético para ser de un notario, cogió un pliego de papel con el timbre del despacho y empezó a escribir tranquilamente: «Señorita: la ley francesa no reconoce en ningún caso...»

Una vez, sorprendiome Magdalena en las alamedas del parque, en medio de mis reminiscencias; acompañábala Julia llevando un enorme fajo de crisantemos que había cogido para ponerlos en los jarrones del salón. Un macizo, poco espeso, de laureles, nos separaba. ¿Está usted componiendo algún soneto? me dijo a través de los árboles. ¿Un soneto? ¿A propósito de qué?

A lo lejos sonaban por todas partes las campanas, y su fúnebre clamor ponía una nota sorda en aquellas voces humanas, entonando el canto de los Muertos... En el cementerio todos se acercaban a las tumbas amadas, en las que una profusión de crisantemos, en brillantes haces, arrojaban sobre los difuntos todas las quimeras y las ilusiones de los vivos... De repente, todo quedó en silencio, y llegaron a nosotras las estrofas del Libera, desgarradoras y monótonas.

Campeaba en una gruta de floridos rosales y crisantemos, y sobre su cabeza decía un rótulo: «Soy la inmaculada ConcepciónPoco sabía Lucía de las apariciones de Bernardita la pastora, ni de los prodigios de la sacra montaña; pero con todo eso la imagen la atraía dulcemente con no qué voces misteriosas, que vagaban entre el grato aroma de los tiestos de flores y el titilar de los altos y blancos cirios.

Sintió de pronto dos dolores agudos, como una herida gemela hecha con dos armas a un tiempo: distinguió una tijera enorme que sobre ella se cernía; vio caer al suelo dos alas de paloma blancas y ensangrentadas; y sin ser poderosa a más, cayó ella también, pero de prodigiosa altura; no al suelo del jardín, sino a un precipicio, una sima muy honda, muy honda.... Allá en el fondo ardían dos lucecicas, y la miraban unos ojos compasivos de mujer vestida de blanco.... Ni más ni menos que caía en la gruta de Lourdes... no podía ser otra; estaba tal como la había visto en la iglesia de San Luis en Vichy; hasta la Virgen tenía los mismos rosales, los mismos crisantemos.... ¡ay, qué fresca y hermosa era la gruta, con su manantialillo murmurador!

Palabra del Dia

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