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Actualizado: 3 de junio de 2025
Por regla general, aparece una vez en cada generación dijo mi hermano. Y lo mismo pasa con la nariz. Rodolfo ha heredado ambas cosas. Que por cierto me gustan mucho dije levantándome y haciendo una reverencia ante el retrato de la condesa Amelia. Mi cuñada lanzó una exclamación de impaciencia. Quisiera que quitases de ahí ese retrato, Roberto dijo. ¡Pero, querida! exclamó mi hermano.
La madre, llena de inquietud, intervenía para restablecer la paz, pero se burlaban de ella. La pobre temblaba sin cesar por sus terribles hijos, pues veía con espanto que los dos habían heredado el carácter irascible de su padre. Ya una vez había acudido en momentos en que Fritz, que tenía ocho años, se abalanzaba con un gran cuchillo de cocina en la mano, sobre su hermano, dos años mayor que él.
Á D. Fadrique le parecía Lucía tan bonita, tan buena y tan inteligente como Clara, que era todo cuanto él podía encarecer la alabanza, allá en su pensamiento. La alegría de Lucía concordaba además muchísimo mejor con el carácter del Comendador que la seriedad un poco triste que Clara había heredado de su madre.
De sus ascendientes rusos, medio orientales, había heredado una gran capacidad sensual que le hacía buscar á la mujer, y al mismo tiempo un desprecio inalterable por ella. La mimaba, pero no podía amarla; la adoraba, y se revolvía indignado siempre que pretendía colocarse á su mismo nivel.
Hay el hombre que cifra todo su éxito en el apellido heredado y cree que su nombre procérico basta para lograr la más apetecible conquista. Con éste el «no» tiene que ser histórico. La mujer debe decirle, siempre de una manera muy fina, que hubiera preferido a su antepasado.
Cada año escribía a su hermana para que vendiese un campo, y en unos cuantos voló toda la fortunita que el doctor había heredado de sus padres. La pobre doña Pepa, siempre tan buena, hasta vendió la casa que era de los dos hermanos, para enviarle el último dinero y se trasladó al huerto, desde donde viene con un sol horrible a misa y a las Cuarenta horas.
Había alguna diferencia, por cierto, entre la pobre morada de mi padre y la espléndida mansión de mi tío, o más bien dicho, de mi tía, pues todo lo que había en ella, hasta el último alfiler, como ella decía, era suyo propio y lo había heredado del famoso mayor Berrotarán, terror de los indios y loor del ejército.
A solas con él, la dama se entretenía fabricando en su atrevido pensamiento edificios de humo con torres de aire y cúpulas más frágiles aún, por ser de pura idea. Las facciones del heredado niño no eran las de la otra, eran las suyas.
Sabía perfectamente la duquesa, sin que la quedase la menor duda, que Felipe III era miope de inteligencia; que sólo había heredado de su abuelo Carlos V ciertos rasgos degradados de la fisonomía; que el cetro se convertía en sus manos en rosario; que era débil é irresoluto, accesible á cualquiera audacia, á cualquiera ambición que quisiera volverle en su provecho, y lo menos á propósito, en fin, para regir con gloria los dilatadísimos dominios que había heredado de su padre.
La causa de su venida fué deseo de satisfacer un agravio, con ayuda de los Catalanes; porque muerto un tio suyo que se llamaba Benito Jaqueria, en cuyo nombre habia gobernado el Castillo cinco años, con cuidado, y fidelidad, según él decia, habiale heredado otro tio suyo que luego vino á Fruilla, y sobre la averiguacion de ciertas cuentas tuvieron algunos disgustos, y vuelto á Génova el tio, tuvo aviso Ticin que enviaba cuatro galeras para prenderle.
Palabra del Dia
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