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Seguí andando hacia la acera de enfrente, cuando de nuevo me detuve, me quedé helado, absorto, estupefacto, porque detrás de mi había sonado claramente mi nombre. ¿Quién me llamaba? Volvime y nada vi. La plazuela estaba enteramente desierta y muda: sólo a lo lejos se oían apenas algunas voces del altercado, que de ningún modo podían confundirse con la que a mi espalda había dicho «Gabriel

El señor querrá Champagne helado.... Se lo traeré en garrafa, es más cómodo.... Las ananas que hay en la casa son excelentes: voy a traer... El Málaga nos llega directamente de España: ¡oh! el vino de España... ¡clac! no hay como la España para vinos....

Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fué reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo.

El foyer estaba aún desierto, y los lacayos, zambullendo las encarnadas narices en sus inmensos cuellos de pieles, comenzaban a asomar ya, para avisar a los señores la llegada de los coches. Antojósele entonces a Currita sentarse en un diván, para esperar la salida de la gente. Angustióse Villamelón. ¡Pero, hija mía, por Dios!... ¡Si esto está helado, Curra!...

Apenas rozamos ligeramente esta mar de escarchas que cubre las montanas con sus olas inmoviles, semejantes a la espuma de las aguas que el frio ha helado repentinamente despues de una tempestad; imagen de un abismo reducido al silencio de la muerte.

Todos llegarían apresuradamente, dando tumbos y tropiezos, y dirigiendo con espanto y horror las miradas hacia el tablado fatídico. ¿Y á quién percibirían allí á la luz rojiza de la aurora? ¡Á quién, sino al Reverendo Arturo Dimmesdale, medio helado de frío, abrumado de vergüenza, y de pie donde había estado Ester Prynne!

QUESO HELADO. Se ponen veinticuatro yemas de huevo y medio kilo de azúcar; se cuece un litro de leche con vainilla o corteza de limón; cuando está fría se va incorporando a las yemas, que estarán muy batidas con el azúcar; se acerca al fuego sin dejar de moverlo, y cuando principia a ponerse espeso se retira antes de que hierva.

¡Ella se lo ha dicho! ¡Maldita sea! ¡Me ha vendido! exclamó lanzando a su temblorosa y aterrada mujer una mirada de profundo desdén. No, ella no me lo ha dicho respondí. Por casualidad me tocó ser testigo de su cobarde atentado. Yo fui quien la sacó con vida del río helado, adonde usted la arrojó criminalmente. Por ese acto que cometió entonces, va a responderme ahora.

El cocinero mayor no oyó ni la mitad de la relación de la vieja; la noticia de que la Dorotea había muerto de repente, le había encogido, le había helado, le había dejado inmóvil, presa de uno de esos pavores que no se comprenden, si alguna vez no han pasado por nosotros.

La más suculenta gelatina se le acedaba, irritábanle los mariscos, la carne asada le daba náuseas, lo caliente le producía frío, con lo helado sudaba, las trufas le enfurecían, el rico Borgoña se le antojaba brebaje despreciable y la manzanilla le daba ganas de llorar; púsose al fin más triste que San Juan cuando descubrió la estrella del ajenjo que vertía hiel sobre la tierra.