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Actualizado: 14 de julio de 2025
Jamás te arrojaré en cara falta de energía, ni desfallecimiento de constancia. ¡Es tan natural que me olvides! Harto has hecho con empezar a quererme, aunque luego te pese. ¿Cuántas veces te habré dicho todo esto? No te sorprenda, porque obedece a mi idea fija, a mi cavilación constante. Vamos, no concibo el fundamento de tu amor. Yo te amo por lo buena, por lo hermosísima que eres.
En los pies, Pinedo, en los pies ... donde tiene usted el talento. Aunque usted me insulte, quisiera que me traspasase esa gota ... ¡por tener siquiera una gota de usted! ¡Pocas gracias! Sería una gota de esencia aromática dijo un consejero de Estado harto dulzón. ¿Y usted qué sabe, hombre, si no ha metido la nariz más que en el coro de ambos sexos? El consejero se puso colorado.
Con la presencia en Melinda de nuestras dos damas, la corte estaba brillantísima: las fiestas y diversiones se sucedían sin tregua: cacerías, banquetes, cabalgatas, simulacros de batallas, o algo a modo de bárbaros torneos, todo se sucedía con grande lujo y no menores gastos. El pueblo, negro y tacaño, se hartó de tanta magnificencia y halló que le costaba muy cara.
Es necesario que olvides eso, Catalina; don Francisco es un hombre funesto; lleva consigo la desgracia. ¡Ah! harto lo sé; pero no lo puedo olvidar; figuráos, padre, que le amaba sin saberlo, antes de casarme, y que me hubiera casado con él con toda mi voluntad, con todo mi afecto.
Mire usted que ya no soy lo que antes era: de cordera, me he vuelto loba. Ya no soy noble, Sr. D. José; ya no soy noble. Pero aunque no seas noble, no serás capaz de ultrajar a tu pobre viejo, a tu padre...». Acompañadas de lágrimas, estas palabras eran harto elocuentes.
Yo admiro el salto del Niágara, la riqueza y prosperidad de los Estados Unidos, la magnificencia y esplendor de sus grandes ciudades, como Nueva York, Boston y Filadelfia; la facilidad y comodidad con que por allí se viaja en ferrocarril, y lo amables y hospitalarios que son los yankees con los extranjeros cuando el amor propio no los ciega y cuando no se les pone en la cabeza que los extranjeros les son muy inferiores, porque entonces suelen ser harto poco amorosos y son muy desprovistos de caridad.
Veíanse neblíes, de dedos luengos y finos, que miraban con altivo desprecio el varal y querían ser llevados siempre en la mano; harto halcón zorzaleño, con la pinta amarilla como gota de azufre, y las patas cargadas de cascabeles para aturdirles el ardor; cenicientos alfaneques de Tremecén, de pupila siniestra; sagres de Asturias con plumas entre los dedos; gerifaltes de Noruega, blancos como gaviotas; y uno que otro de aquellos que llamaban letrados en Castilla, por sus alas escritas, a lo ancho, como las fojas de un libro.
Entonces, como era en sazón oportuna, fuiste un grande hombre; hoy me pareces un charlatán o un mentecato, y o te desprecio, o te abomino. Adiós para siempre. Para siempre acabaron ya nuestros amores. AUTOR. ¿Qué es esto, amigo Seelenführer? ¿Es verdad o mentira? Si es burla de Carmela, es burla harto pesada, y si son veras, las veras son más pesadas aún.
Pero ni Pepita tiene ya diez y seis años, sino veinte, ni está sometida al culebrón de su madre, ni yo tengo ochenta años, sino cincuenta y cinco. Estoy en la peor edad, porque empiezo a sentirme harto averiado, con un poquito de asma, mucha tos, bastantes dolores reumáticos y otros alifafes, y sin embargo, maldita la gana que tengo de morirme.
Parecía un marino consumado, harto de surcar los mares, encanecido en el estudio de los problemas hidráulicos. Sin embargo, el señor de las Cuevas, aunque pasmado de aquel modo de barajar términos marítimos, alguno de los cuales ni él mismo conocía, torcía el gesto a las explicaciones verbales que don Rosendo le daba.
Palabra del Dia
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