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Actualizado: 29 de junio de 2025


Y esto tiene mucho mérito, viviendo en plena calle, con hambre y con dolor, entre gerifaltes de la pirueta que aprenden la picardía en las aulas de la necesidad.

Como el embajador se fué a sentar a la mesa, él hizo lo mesmo, llegando una silla se puso a un lado; yo iba por la vianda, y veo que otros dos gerifaltes como él entraban por el corredor, y como lo vieron comiendo, dijo el uno al otro: "¡Voto a tal!, que parece que el pecado nos ata los pies, que siempre este chocarrero nos gana por la mano; que su padre no se hartó de calzarme borceguíes en Córdoba, donde tiene su ejecutoria en el techo de la iglesia mayor; ésta es la desventura nuestra, que si pasamos veinte caballeros a Italia, vienen cien infames cual éste a quererse igualar, haciéndose de los godos; como entienden que no los conocen, piensan que engomándose el bigote y arrojando cuatro plumas han alcanzado la nobleza y valentía, siendo unos infames gallinas, pues no pelean plumas ni bigotes, sino corazones y hombres; vámonos, que yo le haré que desocupe nuestros cuarteles y busque rancho."

En balde, a pesar de lo mandado por la Princesa de que no se pensase en matar al pájaro verde, se soltaron contra él neblíes, sacres, gerifaltes y hasta águilas caudales, domesticadas y adiestradas en la cetrería. El pájaro verde no pareció ni vivo ni muerto. El deseo no cumplido de poseerle atormentaba a la Princesa y acrecentaba su mal humor. Aquella noche no pudo dormir.

Veíanse neblíes, de dedos luengos y finos, que miraban con altivo desprecio el varal y querían ser llevados siempre en la mano; harto halcón zorzaleño, con la pinta amarilla como gota de azufre, y las patas cargadas de cascabeles para aturdirles el ardor; cenicientos alfaneques de Tremecén, de pupila siniestra; sagres de Asturias con plumas entre los dedos; gerifaltes de Noruega, blancos como gaviotas; y uno que otro de aquellos que llamaban letrados en Castilla, por sus alas escritas, a lo ancho, como las fojas de un libro.

Con esta exquisita crianza, pues, y vestirse de vez en cuando de majo, traje que lleva consigo el ¿qué se me da a ? y el ¡aquí estoy yo! ya se deja conocer que es uno de los gerifaltes que más lugar ocupan en la corte, y que constituye uno de los adornos de la sociedad de buen tono de esta capital, de qué yo cuántos mundos.

Palabra del Dia

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