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Actualizado: 1 de octubre de 2025
De Leocadia, casi nada me dice; pero de la ambigüedad de sus palabras infiero que, o está loca, o ha perdido la vergüenza. Fácilmente comprenderás lo triste que será para mí hablarte de esto; pero entre tú y yo no hay ya secretos. Mayor pena me causa lo que me dice de mamá.
Llegando al vestíbulo, temió aparecer en el salón sin el aplomo necesario. Se detuvo. "Voy a verla dentro de un instante", se dijo. Temblaba todo entero. De pronto le tocaron en el hombro, y una voz conocida le murmuró: "Hombre, tenía que hablarte a propósito de aquello". Se volvió con brusquedad, desagradablemente sorprendido: era Miguel Castilla. ¿A propósito de qué?
Si no hubiese formado un propósito para toda la vida, propósito cuya realización de ti sólo depende, no vendría yo a hablarte en su nombre. ¿Sabe D. Jaime que soy pobrísima? Conoce con exactitud los bienes que posees. Es singular dijo doña Luz . Te lo confieso: yo tenía de mí misma y de los hombres mucha peor opinión.
La pobrecita hace tiempo que está arando la tierra por ver a Inés dentro o fuera de su cárcel, y no puede conseguirlo, pues a ella no la admiten allá, y se pasan meses y meses sin que se les permita dar un paseo con el ayo. Conque ve a decírselo y tú mismo la acompañarás a San Felipe. No tardes, hijo, y en seguida a casa derechito que tengo que hablarte. ¿Comerás hoy con nosotros?
Como todos somos parientes continuó de cerca o de lejos, nos tratamos como tales; y ni porque se te acerquen mucho para hablarte, ni porque hagan alusiones picarescas, y siempre llenas de gracia, a la hermosura de tus hombros, a lo torneado de lo poco, poquísimo de pantorrilla que te hayan visto al bajarte del coche; por nada de eso, ni aun por algo más, con tal que no sea mucho, debes asustarte, ni escandalizarte, ni darte por ofendida.
Mas no es esto todo; de otra cosa quería hablarte, y me alegro de que hayas venido. No se trata tan sólo de que no me ame, y coquetee con el primero que se presenta, pues tal vez jugué su amor y lo perdí, como hice con todo lo demás en la Magnolia, y acaso la coquetería es natural en ciertas mujeres; esto no sería grave, sino para los bobos que se dejaran seducir.
Esta extraña acogida me había consternado. Miraba á mi padre con estupor. ¿Has visto mis caballos? me dijo de pronto y sin detenerse. ¡Padre mío! ¡Ah, es verdad!... tú acabas de llegar... Después de un corto silencio: Máximo agregó, tengo que hablarte. Le escucho á usted, padre mío. Pareció no oirme, se paseó algún tiempo y repitió muchas veces por intervalos: Tengo que hablarte, hijo.
Aurora se acercó otra vez a las señoras, y al volverse, su amiga le tocó un brazo. «Tenía que hablarte dos palabras... una cosita que te quería decir. Me estaba muriendo por verte. ¡Ingrata! ¡Sabiendo el gusto que me da tu compañía...!». Tienes razón dijo la otra volviendo a inquietarse, porque en la cara de su amiga advirtió algo que la puso en cuidado . Todos los días pensaba ir...
»Por eso, mientras tú te aburrías en esas calles, yo me desembarazaba de todos mis cargos y esperaba tu resolución para comunicarte la mía, que es el asunto de que había prometido hablarte.
No sé lo que me pasa... pues sí, más tiempo, porque cuando estuve aquí con ji ji ji... Juárez el Negro, te vi y no te vi... y siempre él delante, y un día que le dije que te quería, sacó un cuchillo muy grande, ji ji ji... y me quiso matar... Yo muriéndome por hablarte y él que no... que no... Nuestro nenín muerto, y yo más muerta, ji ji; y en Barcelona me acordaba de ti y te mandaba besos por el aire, y en Zaragoza... besos por el aire... ji ji, y en Madrid lo mismo.
Palabra del Dia
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