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Actualizado: 16 de noviembre de 2025
Cuanto más pienso en mi conversación con Sofía Jansien, más convencido estoy de que hizo insinuaciones contra Luciana sobre hechos que no quiere poner en claro. Le basta haberme vertido el veneno y hasta puede que ya lo lamente. Su última frase fue para aconsejarme irónicamente que consultase a mis amigos. ¿Será que ellos también saben, que todo el mundo sabe esas cosas que yo sólo ignoro?
Lo que sí sabía Fortunata era que aquella mujer daba mucha guerra a las madres por su carácter alborotado y desigual. Desde que la Superiora las dejó solas, la otra rompió a patinar y a hablar al mismo tiempo. Parándose después ante Fortunata, le dijo: «Porque nosotras nos conocemos, ¿eh? A mí me llaman Mauricia la Dura. ¿No te acuerdas de haberme visto en casa de la Paca?».
Mi segunda mocedad decía Morsamor ha sido peor empleada que la primera. ¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad y singularmente nuestros afanes, trabajos y aspiraciones. Pienso a veces que me valiera más no haberme remozado; pero, arrastrado por esa corriente de ideas negras, voy más lejos aún y exclamo: ¡mejor sería no haber nacido!
Gracias mil por el favor, señor hidalgo, repuso ella soltando su brazo y mirándole severamente. ¿Es decir que no solo sentís haberme encontrado en vuestro camino sino que me llamáis en suma diablo predicador? Cuidado que mi padre es violento cuando se irrita, pero ni aun él me ha dicho jamás cosa semejante. Tomad ese camino de la izquierda, señor de Clinton, que yo no soy buena compañía para vos.
Pero no fué así, porque el cielo, que para otras cosas que él sabe me debe de tener guardado, hizo que las piernas y brazos del poderoso caballo resistiesen el golpe, sin recebir yo otro daño que haberme sacudido de sí el caballo y echado a rodar, resbalando por gran espacio.
Entonces era preciso no haberme precedido en él. La respuesta fue clara y ceñida como un latigazo, y la joven y valiente miss que así defendía a su sexo fue saludada con un murmullo de discreta aprobación. El conde se inclinó un poco pálido.
¡Ah! exclamó con indignación ¡no os basta el haberme perdido, sino que aún me seguís insultando! ¡Perdonad, señora, pero os amo tanto! ¿Y desde cuándo me amáis?... Desde la noche en que... De modo que cuando me encontrásteis, por mi mala ventura... Me deslumbrásteis, señora; yo no os conocía... os vi... y... Fuísteis un infame.
En vez de haberme dado alguna cosa útil, me sale ese zonzo dándome un álbum con su retrato, como si fuera tan buen mozo y tan joven. Venga, Julio, venga a la sala agregó, se lo voy a mostrar; y llevándome casi de la mano, me condujo adentro y abriendo la primera hoja del álbum, me dijo: Vea, dígamelo con franqueza ¿se puede dar un hombre más cache?... y prorrumpió en una carcajada...
Acabó de pelarnos; quisímosle jugar sobre prendas, y él, tras haberme ganado a mí seiscientos reales, que era lo que llevaba, y al soldado los ciento, dijo que aquello era entretenimiento, y que éramos prójimos, y que no había de tratar de otra cosa. -No juren -decía-, que a mí, porque me encomendaba a Dios, me ha sucedido bien.
Tiempo sobrado nos quedará después para hablar de eso... y entregarme yo a la Guardia civil para que, atado codo con codo, me lleve a la cárcel, y después me den garrote vil en la plaza de Villavieja. ¡A usted, Leto? A mí, sí; porque, en buena justicia, debió de haberme tragado la mar en cuanto la puse a usted en brazos de Cornias.
Palabra del Dia
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