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Después de haberme hecho a mismo estas preguntas y considerado los fundamentos del clamor público y de la opinión sobresaltada ante la imagen del vicio y la inmoralidad crecientes, puedo decir que ese movimiento de la opinión es consolador, es síntoma de mejoramiento, de progreso de la moral general.

Está bien, don Reservado; quiere decir que no me importa lo que te agrade o enoje. ¿En qué puedes fundar el no haberme dicho que trabajabas en una imprenta desde que te viste obligado a dejar la carrera?

Añadió dicho indio, que los indios de aquellas partes no quieren que se oiga que hay tales españoles. Esto indio lo conocí mucho, por haberme servido en el viage á Chile, á fines del año de 1738.

Como en realidad no necesitaba otra cosa mejor, dije que ; pero la chica, temiendo no haberme dejado satisfecho, se apresuró a manifestar que había otra en el piso de arriba, que si deseaba verla... ¿Es usted el ama? le pregunté, convencido de que no podía serlo. No, señor; soy su hija... pero como si lo fuese respondió con cierto énfasis.

¿Ha graznado á vuestra oreja? pues mal agüero, hija; si supiera esto su excelencia, juntamente con que yo... Vos os tomáis licencia para todo; en cuanto á ese Cornejo, conózcole por haberme hablado de él mis compañeras. Señor Juan Montiño dijo Quevedo con voz campanuda : necesito hablar con vos á solas. Muchas gracias por la manera de echarnos, don Francisco dijo Dorotea.

Cansado estoy de vivir, y tengo para que de cansado, sin haberme muerto, hiedo, y que se me puede sacar por el olor á poco que se me trate.

A los quince días conocía a todo Madrid: a los veinte no hacía caso ya de su antiguo consejero: alguna vez llegó a mis oídos que afeaba mi filosofía y mis descabelladas ideas, como las llamaba: Preciso es que sea muy malo mi primo decía, para pensar tan mal de los demás. A lo cual solía yo responder para : Preciso es que sean muy malos los demás, para haberme obligado a pensar tan mal de ellos.

-Yo -dijo don Quijote- no si soy bueno, pero decir que no soy el malo; para prueba de lo cual quiero que sepa vuesa merced, mi señor don Álvaro Tarfe, que en todos los días de mi vida no he estado en Zaragoza; antes, por haberme dicho que ese don Quijote fantástico se había hallado en las justas desa ciudad, no quise yo entrar en ella, por sacar a las barbas del mundo su mentira; y así, me pasé de claro a Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los estranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y, en sitio y en belleza, única.

Repuesto un poco de la sorpresa el P. Gil, dijo con firmeza entonces: Señores, esta joven se ha desmayado al tiempo de venir en mi socorro por haberme caído. La he acompañado hasta aquí, a ruego suyo, porque desea entrar en un convento y consagrarse a Dios, a lo cual su padre se opone sin razón ni derecho y para ello la maltrata bárbaramente...

Quiero significar que no es a usted a quien le toca atreverse a desafiar, teniendo en vista el hecho de que, si no hubiera sido por la feliz circunstancia de haberme encontrado presente esa noche en el parque, hoy sería usted un asesino convicto. Al oír las últimas palabras, se contrajo aterrado.