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Y tengo para que el no haberme portado cual entonces lo hice hubiera sido una vergüenza, para un novicio como para cualquier otro hombre que se respete y que respete á la mujer.... Aquellas palabras colmaron la exasperación del abad, sobre todo pronunciadas como fueron con la sonrisa burlona que apenas había desaparecido un momento de los labios de Tristán desde el comienzo de su perorata.

Y cuando gratificaba todos los dias al criado, ¿qué cosa más natural que haberme dicho: «advierta usted que estas gratificaciones no le desquitan de un franco diario que ha de darme por el arreglo de la habitacionPues nada; calló durante sesenta y siete dias, y hubiera callado más tiempo á no haber notado que queriamos mudar de hotel.

Gravemente, la joven dijo: Yo pienso que de todos los servicios que Juan nos ha hecho, el más meritorio es el de haberme hecho comprender lo que constituye la grandeza del alma. ¡Cuánto habría sufrido yo, siendo la mujer de Martholl, al descubrir poco a poco la naturaleza ligera de ese ser exclusivamente egoísta!

Padecimientos, he tenido muchos; penitencia, ninguna. De lo contrario, hace tiempo que debería haberme despojado de este traje de aparente santidad, y presentarme ante los hombres como me verán el día del Juicio Final. ¡Feliz , Ester, que llevas la letra escarlata al descubierto sobre el pecho! ¡La mía me abrasa en secreto!

Antes de que lograse darme cuenta exacta de mi situación, se abrió la puerta y apareció un criado, el mismo a quien había interrogado al entrar, diciendo: El señor duque de C... Y un hombre de unos sesenta años y de aspecto distinguido, avanzó a mi encuentro, tendiéndome la mano y excusándose por haberme hecho esperar tanto. Cuando llegó usted me encontraba ausente del castillo me dijo.

Estas palabras no eran las más á propósito para tranquilizarme, y le rogué que se sentara y se explicase. Tras las desgracias que me suceden me dijo , hubiera sido la última la de no poder veros. Tranquilizáos, y decidme después por qué hubiera sido una desgracia para vos el no haberme visto. Porque una persona muy principal á quien temo mucho, me ha encargado que os vea. ¿A ? ¿para qué?

La dama detuvo dulcemente sus transportes y le dijo: Cuando usted me hubiera dado un millón, ¿creería usted haberme pagado? El duque protestó, pero sus ojos decían, y no sin razón, que desde el momento en que la virtud se pone en venta, un millón no es un precio despreciable.

Fué asimismo, con la súbita dicha de haberme soñado un instante su marido, el más rápido desencanto de un idilio. Sus ojos volvieron otra vez, pero en ese instante sentí que mi vecino de la izquierda miraba hacia allá, y después de un momento de inmovilidad de ambas partes, se saludaron. Así, pues, yo no tenía el más remoto derecho a considerarme un hombre feliz, y observé a mi compañero.

María Teresa, aniquilada, se recostó en el gran sillón, en tanto que Juan, yendo hacia ella e inclinándose a su lado, le decía con voz grave: María Teresa ¿me perdonará usted algún día de haberme atrevido?... Dígame cuando menos que tengo disculpa; dígamelo, se lo suplico. ¡Hace tanto tiempo que ahogo mi corazón y sello mis labios para ocultar mi locura!

Yo pensé casarme sin pelear, por haberme parecido bien la moza, pero sucedióme al revés mi pensamiento, pues, así como vuestra merced se partió de nuestro castillo, el duque mi señor me hizo dar cien palos por haber contravenido a las ordenanzas que me tenía dadas antes de entrar en la batalla, y todo ha parado en que la muchacha es ya monja, y doña Rodríguez se ha vuelto a Castilla, y yo voy ahora a Barcelona, a llevar un pliego de cartas al virrey, que le envía mi amo.