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Los guardianes del convoy, tres barcos pequeños que marchaban á toda máquina, eran los mastines vigilantes de este ganado marino, precediéndole para explorar el horizonte, quedándose detrás de él ó marchando á sus costados para mantener intacta la formación. Su ligereza y su velocidad les hacía dar saltos prodigiosos sobre las olas.

Los guardianes, viendo en él al antiguo diputado, al agitador famoso que en el período de la República se había negado a ser ministro, le llamaban don Fernando, con instintivo respeto. Llamadme Fernando a secas decía con sencillez. Habladme de , como yo os hablo. No somos más que hombres.

Eran los guardianes y los empleados de las excavaciones, que, faltos de trabajo, gesticulaban y se insultaban en sus asientos de veinte siglos, profundamente separados por el entusiasmo patriótico ó el miedo á los horrores de la guerra. Ferragut, con el plano en la mano, pasó ante estos grupos, sin que nadie se levantase para guiarle.

Encerrados en el templo desde la tarde anterior, se retiraban a sus casas a dormir. El perro emprendía el camino del Seminario para devorar las sobras de la comida de los estudiantes, hasta que le buscasen los guardianes para encerrarse de nuevo. Luna bajó los peldaños de la portada y entró en la catedral.

Pero, porque que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones; porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres.

El Inocente descansaba tranquilamente, con una apacible sonrisa en su rostro cubierto de pecas, y la virgen Flora dormía entre sus frágiles hermanas, como si le custodiaran guardianes angelicales. Don Jorge, echándose la manta sobre los hombros, se atusó el bigote y esperó la luz del mediodía, que vino poco a poco envuelta en neblina y en un torbellino de copos de nieve que cegaba y confundía.

Y después que los dos hombres entraban en el templo, cerraba las puertas por fuera, alejándose. Corno los días eran largos, aún quedaban dos horas de luz cuando los guardianes entraban en la catedral. Toda la iglesia es para nosotros, compañero decía el otro vigilante.

Y mientras yo me moría de dolor y de ignorancia, la pretendida víctima huía y se burlaba de la justicia y de la inocencia y se regocijaba con su cómplice por haber llegado á tan dichoso desenlace... Yo, con la cabeza llena de tinieblas, sometido á unos jueces que me tomaban por un malvado endurecido, á unos abogados que me encontraban estúpido porque callaba cuando era preciso defenderme, á unos guardianes que se mofaban de mi, á una prensa moralizadora que me arrastraba por el fango, á mi falta de conocimiento, que hasta me incitaba á creer en un crimen, fui á dar en Numea, entre bandidos y bajo un cielo de fuego.

Ferragut, siempre corriendo, quedó detrás de los tiradores negros, de los cargadores, de los guardianes del puerto, de los marineros que acudían de todos lados, introduciéndose por los callejones de fardos y cajas... Eran como los lebreles que baten las sinuosidades de la selva, haciendo salir el ciervo á campo llano; como los hurones que se deslizan por las galerías subterráneas, obligando á la liebre á volver á la luz.

Por los mares Atlántico y Pacífico tus fuertes galeones aún navegan, y van en ellos, bajo un sol de gloria, almas grandes que luchan y que anhelan, andantes caballeros del Ensueño, guardianes de la de Dulcinea, locos sublimes que descubren mundos y mueren por su reina la Quimera.