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Conoció la magnanimidad de los inmensos dolores; hizo sus dádivas como una madre que, al rezar por su hijo desahuciado, reza por los demás enfermos, creyendo que con esta generosidad serán mejor atendidas sus súplicas. Además, ¡la duda cruel!... Los empleados, al tomar sus paquetes, sonreían tristemente. Era casi seguro que se los apropiarían los guardianes.

Estos dos hermanos tenían á cargo las barcas y fragatas del fuerte como guardianes del puerto, y el Pedro había poco que entendía en la artillería. Llamábanle Capitán porque había ido en corso con una galeota. En saliendo los 300, salió D. Alvaro de la puerta y tornó á llamar los dos hermanos. Entre los que iban con D. Alvaro, había caballeros y Oficiales de más calidad que ellos.

Pero siendo terrateniente figuraba en el «partido agrario», el grupo aristocrático y conservador por excelencia, y así vivía en dos mundos opuestos é igualmente distinguidos: el de los grandes industriales, amigos del emperador, y el de los junkers, hidalgos del campo, guardianes de la tradición y abastecedores de oficiales del rey de Prusia.

Pero recuerde, y esto es lo que principalmente quería decirle, que nunca, ni de día ni de noche, estará usted seguro aquí. Tres personas, tres guardianes le siguen a usted constantemente ¿no es así? Pues a ellos los siguen y espían otros tres. Esas hechuras de Miguel no se hallan nunca a más de quinientos pasos de usted. Si llega un momento en que lo hallen solo está usted perdido.

Había aumentado mucho el número de sus guardianes durante la ausencia del dueño. Vió todo un regimiento de infantería acampado en el parque. Miles de hombres se agitaban bajo les árboles preparando su comida en las cocinas rodantes. Los arriates de su jardín, las plantas exóticas, las avenidas cuidadosamente enarenadas y barridas, todo roto y ajado por la avalancha de hombres, bestias y vehículos.

A los tres meses de aquella tristísima vida, a la cual llegó a acostumbrarse, porque es ley que nos acostumbremos a todo, sus guardianes le aplicaban con mucha laxitud el reglamento del Modelo, permitiéndole visitas largas, sin bajar al departamento de comunicación.

Salió un perrazo estirando el cuello, como si fuese a: ladrar de hambre; después, dos hombres con la gorra hasta las cejas, envueltos en capas de pañol pardo. El campanero sostuvo la cancela para que saliesen. ¡Vaya, buenos días, Mariano! dijo uno de ellos a guisa de despedida. Buenos nos los Dios... y dormir bien. Gabriel reconoció a los guardianes nocturnos de la catedral.

El Capitán y sus compañeros tuvieron que hacer peligrosos ejercicios gimnásticos para andar por aquellos puentes y corredores, cuyos pisos eran muy semejantes a los de la casa aérea de que atrás hablamos. Varias veces estuvieron a punto de caerse, pero sus guardianes les ayudaban a seguir, acostumbrados como estaban aquellos salvajes a caminar por tales suelos sin poner jamás el pie en falso.

Su pequeño corazón se encogió de susto, y avergonzado volvió á ocultarse entre el follaje. La luz crecía por momentos. Á los trinos aflautados de los mirlos respondía el grito estridente de los gallos. En el establo mugieron las vacas. Allá lejos, entre la espesura de las pomaradas, ladraron los perros guardianes.

Hacen tres comidas por dia, abundantes, sencillas y sanas, y despues de cada una de ellas salen por turno a pasar media hora al aire libre en alguno de los patios. Solo un caso de evasion ha ocurrido hasta ahora, y eso por negligencia de un celador. Jamas recluso alguno ha perdido la razon ni atentado contra los guardianes.