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Actualizado: 7 de julio de 2025
Y con la mayor inocencia se acercó á él y le puso la mano encima para acariciarle. El neurasténico perro gruñó irritado. D. Félix volvió la cabeza y dijo: No tengas miedo, que no hace nada. Entonces la zagala, más por obedecer á D. Félix que por deseos de seguir acariciándole, volvió á pasarle la mano sobre la cabeza.
Durante la comida gruñó un poco D. Santiago; pero la prudencia y discreción de su esposa evitaron un choque que pudo haber tenido calamitosas consecuencias. Lo que he contado pasaba el 20 de mayo, si no me engaña la memoria.
¡Qué tonterías! gruñó don Mateo. ¡Belinchón y Miranda, que en su vida se metieron en estos asuntos del ayuntamiento ni quisieron ser alcalde, tomarlo ahora con tanto apuro! Las cosas habían cambiado mucho, en efecto. La lucha enconadísima que uno y otro bando sostenían en todos los terrenos donde podían, era más empeñada ahora en la corporación municipal que en ningún sitio.
¡Jesús!, siempre me llevas por lo más feo, por donde no se encuentran más que tíos. ¿Hay también aquí ventorrillos? ¿Quieres que comamos juntos? Iremos a una fonda. No, no, no. Basta de paseos. Esto no está bien... ¡Qué se dirá de mí! Para calaverada, basta. ¡Maldita sea la hora en que nací! gruñó el estudiante . ¿Dejarte ahora, separarnos?... ¿Vas a tu casa? Sí, hombre. ¡Qué dirán!
Dios mío se atrevió a decir la abuela, bastante divertida en el fondo por aquella tragicomedia. ¿Creen ustedes que el crimen no tiene excusa?... Petra es tan linda y tan seductora... Mi hija no debe ser linda ni seductora para quien no es de su clase gruñó el padre.
Volvióse indignado y sorprendido, y vio inclinada sobre la suya la gran cabezota de Diógenes, que, sonriendo y babeando, le decía amorosamente: ¡Francesca mía!... ¡Si soy yo, Paolo!... Verde de ira y amarillo de miedo púsose Francesca, cual si viese asomar por detrás de Paolo la sombra siniestra de Gianciotto, y gruñó entre dientes: ¡Qué cosas tienes!... De verras que erres pesado...
¿No echa más usted? dijo éste contemplando la moneda. Nada más. ¡Ay, qué contra!... ¡Pues si el escoplo solo vale medio chulé! ¿Sí? gruñó el comprador; ¡pues descuídate y verás si te llevo al Capitán del puerto, tunante! Pipa comprendió que más valía callar que comparecer ante tan encopetado personaje.
¡Maldita vieja! gruñó por fin. Lograría atraer su atención de alguna manera. Me figuro lo ocurrido. Vinieron a apoderarse del Rey y como digo, de una manera u otra dieron con él. Si no hubiera usted ido a Estrelsau, usted, Federico y yo estaríamos a estas horas en el reino de los Cielos. ¿Y el Rey? ¿Quién sabe dónde está el Rey en este momento? ¡Partamos! exclamé; pero Sarto siguió inmóvil.
El duque, repantigado en el único sillón que había en el despacho de Llera, mientras éste se mantenía frente a él de pie dando vueltas en la mano a unas grandes tijeras de cortar papel, paseó tres o cuatro veces de un ángulo a otro de la boca el negro y mojado cigarro, sin contestar a las últimas palabras de su secretario. Al fin gruñó más que dijo: ¡Hum! El ministro está cada día más terco.
Sí; parece un niño o una niña que se queja, contestó la nodriza. Y debe ser muy cerca. Fortuna gruñó de un modo amenazador y se acercó más a su amo, con el pelo del lomo erizado y enseñando sus blancos colmillos. Calla, Fortuna, calla, le dijo Juanito, dándole una palmada en la cabeza y mirando al mismo tiempo a la niña mendiga que lloraba amargamente.
Palabra del Dia
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