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Actualizado: 7 de junio de 2025
¡He dicho que venga en seguida! gritó el millonario. Dile que le necesito al momento; que estoy enfermo, que voy á morir... cualquier cosa. ¡Que venga pronto!... Y Luis vendrá, porque me quiere de veras: es mi único amigo. Está bien gruñó el capitán. Los demás somos unos perros. Y encogiéndose de hombros salió del despacho.
Aunque comprendió que este había nacido en el bondadoso corazón de Emilia, siempre veía en él como un mensaje de lástima. Rechazó la fineza diciendo: «Que muchas gracias y que no queremos nada. Chica, chica, tú eres tonta gruñó Mariano con su rudeza propia, exacerbada hasta el salvajismo. Si no te callas, te pego.
¡Angelitos! murmuró Nucha . ¡Parece mentira que los traigan así! Yo no sé cómo no se matan, cómo no perecen de frío.... Julián, hay que vestir a este niño Jesús. Sí, ¡buen niño Jesús está él! gruñó Julián . El mismísimo enemigo malo, ¡Dios me perdone!
¡Ah, no recordaba! Cierto, cierto... mañana San Roque... ¿De modo que hoy no podemos echarla? Aguardando toda la tarde. Sí, sí... lo creo... No me fué posible. Tuve que hacer una visita á mi primo César manifestó D. Félix poniéndose de nuevo sombrío. Si usted quiere... Aquí traigo baraja gruñó don Prisco llevando la mano con vacilación á las alforjas.
Oyes, Tanganada; ya tendrás ganas de comer una cazuela de bacalao, ¿verdad? Alégrate, Tanganada; hay sidra en el lagar de Llandones. ¿Hacía calor en Noruega? ¡Allí te quisiera ver yo, ladrón! gruñó Tanganada, mientras aferraba una vela. Los marineros saludaron la frase con grandes carcajadas. ¡Larga tierra! gritó el práctico desde el puente.
El capataz abría la boca, como si por ella fuese a escapársele el corazón, encogido por el miedo. Maltrana sentía el zumbar de su sangre en las sienes. Gruñó un perro, y el Mosco pareció tranquilizarse. Alguien estaba cerca, pero no era enemigo. Los perros anunciaban con movimientos silenciosos la proximidad de los guardas. Cuando se decidían a gruñir, era porque husmeaban gente conocida.
El marqués, un tanto serio, empezó a inundar de agua fría la frente y los pulsos del niño; Sabel se acercó, y ayudó también a la aspersión; todo inútil: lo que es por esta vez, Perucho la tenía. Como un pellejo gruñó el abad. Como una cuba murmuró el marqués . A la cama con él en seguida. Que duerma y mañana estará más fresco que una lechuga. Esto no es nada.
¡Tarlein! exclamó, daría mil escudos por contemplar mañana la cara de mi hermano Miguel cuando vea que somos dos. ¡Un par de Reyes, nada menos! Y sus alegres carcajadas resonaron de nuevo. Hablando seriamente dijo Tarlein, dudo que sea muy acertada la visita del señor Raséndil a Estrelsau en estos momentos. El Rey encendió un cigarrillo. ¿Y bien, Sarto? preguntó. No debe de ir gruñó el veterano.
Además añadí, ¿qué motivo de queja puede alegarse contra mi amado hermano mientras el Rey siga aparentemente en Estrelsau y en su trono? ¿Es decir que nada haremos? Por lo pronto se trata de no hacer una tontería gruñó Sarto. La situación dije, me recuerda la escena dominante de una de nuestras modernas comedias inglesas, en la que dos personajes se amenazan mutuamente con sus revólveres.
Amaba entrañablemente a don Pedro, a quien, como suele decirse, había visto nacer, y además profesaba el principio de respetar la alcurnia. Bien, hombre, bien gruñó , dejémonos de murmuraciones.... Cada uno tiene sus defectos y sus pecados, y a Dios dará cuenta de ellos. No hay que meterse en vidas ajenas.
Palabra del Dia
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