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Actualizado: 7 de noviembre de 2025


Lloró largo rato, lloró copiosamente. Las lágrimas bañaban su rostro, caían sobre sus manos y las escaldaban. Cuando ya no pudo llorar más sintió una sed abrasadora. Pero gotas de agua filtraban por las paredes y por el techo. Con el hueco de las manos recogió á tientas algunas de estas gotas y las bebió. Sabía el agua á carbón, pero no importaba. Al cabo su sed se calmó.

Los seres de frágil dentadura y escasa velocidad, mal armados para la conquista de las presas vivas, se alimentaban con las gotas de esta lluvia de materia alimenticia.

Me remangué los pantalones y salí a la calle. ¡Pues qué! Yo que he aguantado sin pestañear noches enteras todas las leyendas de la Edad-Media que el Sr. Velarde y otros ilustres mosquitos líricos de su misma familia, han dejado caer desde la tribuna del Ateneo, ¿flaquearía ahora ante unas miserables gotas de agua?

En esto Magdalena, con un arranque malicioso, que esparció sobre nosotros una lluvia de gotas, quitose el sombrero de hule, se esforzó en echar hacia atrás su cabello, en cuya operación perdió dos horquillas, sonriose y pasó al lado de Yuba-Bill, poniendo airosamente las manos atrás.

Las afecciones cutáneas exigen con frecuencia las mismas dósis: el licor de Fowler es en estos casos de uso muy cómodo á la dósis de una á diez gotas al dia en varias tomas: esta preparacion es tambien útil muchas veces en las afecciones gangrenosas esternas, á la dósis de 10 á 20 gotas por litro de agua, que se puede emplear en lociones y aplicaciones tópicas.

Los celos seguían oprimiendo su corazón y turbando sus ideas. Antes de alcanzar el fin de la calle comenzaron á caer algunas gotas y se declaró al instante un fuerte aguacero. Siguió caminando impávida sin guarecerse en los portales, como hizo la mayoría de la gente.

Con sus largos remos, parecidos á poderosas aletas, se producen remolinos en cada lado de la barca y se hace caer como lluvia de perlas las gotas sobre la superficie del agua; á voluntad se abre el líquido en surcos espumosos, y detrás se deja una larga estela donde vibra la luz serpenteando. Desgraciadamente, sobre el arroyo las embarcaciones no se ven con frecuencia.

Era el trueno, que estallaba a lo lejos, solemne y terrible. Lucía exhaló un gemido de pavor, cayendo con la faz contra la hierba. Desgarráronse las nubes, y anchas gotas de agua cayeron, sonando como goterones de plomo líquido en la crujiente seda de las frondas de mimbre.

El cura erguía su cuerpo pequeño y redondo, queriendo abarcar en una mirada de resignación las víctimas, los verdugos, la tierra entera, el cielo. Parecía más grueso. El negro ceñidor, roto por las violencias de los soldados, dejaba libre su abdomen y flotante su sotana. Las melenas plateadas chorreaban sangre, salpicando de gotas rojas el blanco alzacuello.

Yo también tengo sed dijo don Juan, que tenía la boca amarga, como cuando experimentamos una fuerte conmoción en nuestro organismo. Dorotea llenó otra copa. Luego se apoyó sobre la mesa, mirando siempre el confite del lazo negro y rojo. Su semblante estaba contraído; gruesas gotas de sudor corrían por sus mejillas.

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