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Actualizado: 22 de mayo de 2025
El más alto goce que Demetria experimentaba era cuando el tío Goro se decidía á pernoctar en la cabaña. ¡Un día más! Aquello de dormir vestida entre la yerba, porque allí no tenían camas, y de cocer las judías y sazonarlas y batir los puches ó picar la sopa, causaba á la doncellita una felicidad inexplicable.
LEONOR. ¿Me compadeces?... MANRIQUE. Ese llanto, Leonor, no me lo ocultes; deja que ansioso en mi delirio goce un momento de amor; injusto he sido, injusto para ti... vuelve tus ojos, y mírame risueño y sin enojos. ¿Es verdad que en el mundo no hay delicia para ti sin mi amor? LEONOR. ¿Lo dudas?... MANRIQUE. Vamos... pronto huyamos de aquí.
19 si con verdad y con integridad habéis obrado hoy con Jerobaal y con su casa, que gocéis de Abimelec, y él goce de vosotros. 20 Y si no, fuego salga de Abimelec, que consuma a los señores de Siquem y a la casa de Milo; y fuego salga de los de Siquem y de la casa de Milo, que consuma a Abimelec. 21 Y huyó Jotam, y se fugó, y se fue a Beer, y allí se estuvo por causa de Abimelec su hermano.
Empezaba el verano; y la fresca brisa, puro soplo del inmenso elemento, les proporcionó un goce suave en su romería. El fuerte de San Cristóbal parecía recién adornado con su verde corona, en honra del alto personaje, a cuyos ojos se ofrecía por primera vez.
Sentía la señora de Jáuregui el goce inefable del escultor eminente a quien entregan un pedazo de cera y le dicen que modele lo mejor que sepa. Sus aptitudes educativas tenían ya materia blanda en quien emplearse. De una salvaje en toda la extensión de la palabra, formaría una señora, haciéndola a su imagen y semejanza. Tenía que enseñarle todo, modales, lenguaje, conducta.
Sin embargo, poseíamos afortunadamente un par de buenos caballos cada uno, y apretando un poquito en una cosa y otro poquito en otra, podíamos darnos el goce de esas excitantes carreras a través del campo, en las cuales la sangre se pone en movimiento y bulle de agitación a la vez que rejuvenece a todos los que toman parte en ellas.
La sed de ver se nutría del temor de ver, englobándose uno en otro, miedo y apetito, para que el alma no supiera distinguir del suplicio el goce. Entonces oyéronse las notas medias del piano acordadas dulcemente, indicando un motivo lento y sencillo de escaso interés musical, pero que semejaba una advertencia, el érase una vez del cuento maravilloso.
Yo me pongo en su caso...». Después de sondear su alma y de pensar atropelladamente diversas cosas, Isidora dijo esto a su buen padrino: «Debe usted marcharse... Yo no voy a casa todavía. ¡Marcharme!, ¡dejarte sola!... Tú estás loca replicó él no sabiendo renunciar al goce indecible de estar al lado de su ahijada. Es que no puedo ir a casa todavía... Márchese usted, que si no le reñirá D.ª Laura.
Si un día sabe usted lo que he hecho, recuerde usted el nombre que siempre desde la primera vez que gocé de sus caricias quiso darme: recuerde usted que me ha llamado hija suya y como a tal me ha amado: para su hija siempre será usted indulgente. »Dios lee en mi corazón.
Debe de ser de extranjis... Coche de concha..., penachos blancos... Ahora viene lo bueno... ¡Qué preciosas van!..., penachos rojos». Y así continuó, despachándose a su gusto con progresivo entusiasmo, hasta el paso de la escolta, cola y remate de la procesión. «¿Nos quedamos para verlo otra vez a la vuelta?» dijo luego, no saciada aún del goce de aquel variado y teatral espectáculo.
Palabra del Dia
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