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»Todas estas demandas y respuestas revolví yo en un instante en la imaginación; y, sobre todo, me comenzaron a hacer fuerza y a inclinarme a lo que fue, sin yo pensarlo, mi perdición: los juramentos de don Fernando, los testigos que ponía, las lágrimas que derramaba, y, finalmente, su dispusición y gentileza, que, acompañada con tantas muestras de verdadero amor, pudieran rendir a otro tan libre y recatado corazón como el mío.

Todo lo que su figura tenía de plebeyo lo disimulaba el traje masculino; ni las gruesas muñecas, ni el recio pelo dañaban a su gentileza, que era de cierto notable y extraordinaria. La comparsa recorrió los talleres, bailando y cantando, recibiendo bromas de las señoras, y alegrando la oscuridad de las salas con la nota blanca y azul de sus trajes.

Una de ellas, creyendo el asiento más alto, se sentó de golpe sobre un montón de tejas. Eran de las macizas y mejores de Lucena. Tres vimos rotas. Ella nos dijo con encantadora modestia que ya, antes de la caída, lo estaban. No se entienda, por lo dicho, nada que amengüe o desfigure en lo más mínimo la esbeltez y gentileza de mis paisanas.

¿Quien vido bizarria y gentileza, Crianza, policìa y buen donaire De galanes, y damas tal belleza, Postrada por el suelo con desaire? Al fin todo este mundo, y su braveza, Su vana presumpcion, es humo y aire, Y todo es burlería prestamente, Sino servir á Dios Omnipotente.

Luego se irguió haciendo resaltar su bella figura escultural. ¡Ole la palma gallarda! ¡Vaya un talle sandunguero!... ¡Suelta esa mata de pelo, gachona!... ¡Vivan las mujeres flamencas! Y entre los gritos y los oles y el palmoteo infernal, Soledad bailó con toda la elegancia y gentileza que ella sólo sabía.

Lo cierto es que trataba a sus pretendientes con ostensible despego. ¡Qué esfuerzos hacía cada uno de ellos por aventajar a los otros en cortesía, donaire y gentileza! ¡Cuántos cartuchos de confites entregados con emoción y olvidados inmediatamente sobre la mesa! ¡Cuánto requiebro, cuánta galantería perdidos en el aire!

Y , ¡oh estremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza, único remedio deste afligido corazón que te adora!, ya que el maligno encantador me persigue, y ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para sólo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre, si ya también el mío no le ha cambiado en el de algún vestiglo, para hacerle aborrecible a tus ojos, no dejes de mirarme blanda y amorosamente, echando de ver en esta sumisión y arrodillamiento que a tu contrahecha hermosura hago, la humildad con que mi alma te adora.

Rápidamente se descuelga la chaqueta de paño verde, se despoja del chaleco floreado, tira la montera y agarrando la barra afianza sus pies en el tiro y se yergue. No hay nadie que no admire la gentileza de aquel mozo imberbe. Su musculatura atlética contrasta con las líneas puras, delicadas de su rostro de adolescente.

Con esto y la natural vanidad que lleva a la mujer a creerse querida de veras, la Regenta podía, si le importaba, creer que el Tenorio de Vetusta había dejado de serlo para convertirse en fino, constante y platónico amador de su gentileza.

No se dijera sino que la zapatería sólo tenía cubicación disponible para una persona de fuera. Cada recién llegado era el clavo que sacaba otro clavo. La dama exhalaba melindrosos resoplidos y se agitaba de aquí acullá con gentileza enteramente adolescente. Vista por la espalda, era una figurilla breve, fina y graciosa.